Editorial de mayo de 2025
Siempre he pensado que la pandemia que padecimos a nivel mundial en 2020 sacó a relucir lo mejor y lo peor del ser humano. Lo mejor, sin duda, lo vimos en quienes se volcaron por completo en ayudar a los demás: sanitarios, voluntarios, vecinos anónimos que se convirtieron en héroes silenciosos…
Pero también vimos cómo, en otros casos, la desconfianza, el miedo o el egoísmo acabaron haciendo mella en muchas personas. Desde entonces, reconozco que a veces he dudado: ¿en qué tipo de sociedad nos estábamos convirtiendo?
El pasado 28 de abril de 2025, fecha que muchos ya recordamos como “el día del apagón”, me encontraba en Madrid, participando en el Congreso Nacional de Editores de CLABE. Precisamente, hace solo un año, Palencia tuvo el privilegio de ser la sede de ese mismo encuentro, poniendo durante dos días a nuestra provincia en el epicentro del periodismo nacional.
Acudía esta vez con ilusión y responsabilidad. Me habían invitado a presentar el proyecto Imediacyl, del que formamos parte con Palencia en la Red, junto a otros ocho medios de Castilla y León. Nuestra apuesta por la colaboración regional y por la revista DCastillayLeón es firme: creemos en el potencial turístico, cultural, patrimonial y gastronómico de nuestra comunidad y queremos contárselo al mundo. Pero justo cuando me tocaba subir al escenario, con el micrófono en mano… se fue la luz.
Primero creímos que era un fallo técnico. Luego, la realidad se impuso: el apagón afectaba a buena parte de España, incluso a zonas de Francia y Portugal. No funcionaban ni los semáforos, ni el transporte público, ni el metro, ni los trenes, tampoco las comunicaciones móviles o el GPS y algunas gasolineras sin servicio.
Las recomendaciones eran claras: salir cuanto antes del centro del congreso, pues el caos podía estar a punto de desatarse.
Y, sin embargo, no fue así. Lo que me encontré al salir no fue una ciudad colapsada ni una masa desquiciada. Vi calma. Vi a personas ayudándose, cediendo el paso, orientando a los que, como yo, intentaban salir de Madrid sin mapa ni conexión. Al poner la radio del coche, escuché historias de voluntarios ayudando a personas atrapadas en ascensores, en escuelas, en centros médicos…
Ya en carretera, a la altura de Venta de Baños, me llegó una noticia que aún hoy me emociona: cerca de 230 viajeros habían quedado atrapados en un tren detenido por la falta de energía. Vecinos, hosteleros, Policía Local e incluso el alcalde, José María López Acero, no lo dudaron y salieron a entregarles comida y agua. En silencio, sin focos, sin esperar nada a cambio.
Son estos momentos, cuando todo parece detenerse, cuando la tecnología falla y solo quedamos nosotros, los de carne y hueso, los que nos devuelven la fe en la sociedad. En nuestra gente.
Sigo creyendo que el mundo necesita voces críticas y medios comprometidos. Pero también creo, más que nunca, que necesitamos relatos que nos reconcilien con la esperanza. Porque, aunque a veces cueste verlo, sigue habiendo personas con principios, con valores, con ganas de construir un lugar mejor.
Y esa luz, la que no depende de ningún cable ni generador, sigue viva en Palencia. Que nunca se apague.