Explotación de ganado ovino de Nerea del Río en la localidad de Robladillo de Ucieza. / Brágimo (ICAL)

En su pueblo palentino de Robladillo de Ucieza, Nerea del Río, de 32 años, transforma la ganadería ovina en un canto a la naturaleza, desde su granja

Jesús García-Prieto / ICAL

En la localidad palentina de Robladillo de Ucieza, un pueblo de 19 habitantes (apenas seis almas en invierno), donde los amaneceres pintan de dorado los campos de Tierra de Campos, Nerea del Río Gómez (32 años) despierta cada día con el canto de la naturaleza.

Entre el balar suave de sus ovejas y el aroma fresco de la hierba, esta pastora ha tejido un sueño que une pasado y futuro. Graduada en Bellas Artes, Nerea dejó atrás el frenesí de la ciudad para regresar a sus raíces. Su granja ‘Ovejas y Ríos’ es un refugio de vida, un lugar donde las manos que cuidan el rebaño también abren las puertas a quienes buscan reconectar con la tierra. Con su risa contagiosa y un amor profundo por sus animales, Nerea no solo pastorea ovejas, sino que cultiva esperanza, invitando al mundo a descubrir la belleza sencilla y poderosa del mundo rural.

Explotación de ganado ovino de Nerea del Río en la localidad de Robladillo de Ucieza. / Brágimo (ICAL)

“Me considero una niña del pueblo”, confiesa Nerea, con los ojos brillando al recordar su infancia. Criada entre las ovejas de su padre y las tierras de su abuelo agricultor, su corazón siempre latió al ritmo del campo. Montaba a caballo, corría entre los prados y se maravillaba con la simplicidad de la vida rural. Sin embargo, como muchos jóvenes de su generación, siguió el camino que la sociedad señalaba: estudiar en la ciudad. La crisis económica de 2008 y una visión idealizada del éxito urbano la llevaron a matricularse en Bellas Artes en Madrid. “Creíamos que quedarse en el pueblo era un fracaso. Te ibas a estudiar, a triunfar en la gran ciudad”, recuerda con una sonrisa nostálgica.

Pero Madrid, con su ruido y sus prisas, no era su lugar. Hace ocho años, una conversación con su padre encendió la chispa del cambio. “Hablamos del rumbo de mi vida, y él me animó a volver. Me sorprendió, porque siempre había amado las ovejas, pero nunca me planteé dedicarme a ellas”. Con el apoyo incondicional de su familia, Nerea dio un salto al vacío que no estuvo exento de temores. “Claro que tuve dudas, como en cualquier gran decisión, pero sabía que no estaba sola”. Su abuelo, al principio desconcertado por ver a su nieta asumir este oficio, acabó convirtiéndose en su mayor fan. “Ahora está muy orgulloso”, dice, con un brillo de ternura en la voz.

Explotación de ganado ovino de Nerea del Río en la localidad de Robladillo de Ucieza. / Brágimo (ICAL)

Un un sector donde las mujeres han sido históricamente invisibilizadas, Nerea reivindica su lugar con fuerza y dulzura. “En el mundo rural, las mujeres han gestionado la ganadería durante milenios, cuando era una tarea doméstica. No es raro encontrar ganaderas, pero en la parte empresarial somos menos visibles”. Su presencia como joven, mujer y emprendedora desafía prejuicios y demuestra que el campo es un espacio de innovación, liderazgo y pasión. Ser pastora en el siglo XXI, para Nerea, es un acto de resistencia y amor por la tierra.

El trabajo en la granja no es un cuadro bucólico, pero tampoco la esclavitud que algunos imaginan. “Cuando empecé, me sorprendieron los extremos, los urbanitas que creían que trabajaba con ‘animalitos’ y los que veían la ganadería como un sacrificio constante. Ninguno tenía razón”, explica. Esta dualidad la impulsó a abrir las puertas de su granja al público, con la misión de desmontar estereotipos y mostrar la verdad de su oficio. “Quise crear Ovejas y Ríos porque las ideas preconcebidas sobre la ganadería no son ciertas. No es un cuento idílico, pero tampoco una condena. Es vida, es conexión”.

El día a día.

El día de Nerea comienza al alba, a las 7:30, cuando el sol acaricia los prados de Robladillo de Ucieza. En su granja de ovino lechero, en régimen semiextensivo, las ovejas se alimentan tanto del pasto como de una mezcla que ella misma prepara, según su ciclo gestacional. Como única trabajadora, su rutina es un baile bien coreografiado: ordeña a sus animales, las alimenta, las lleva al campo, prepara cercados y planifica el día siguiente. Su enfoque es el pastoreo regenerativo racional, dividiendo los pastos en cuadrículas para que las ovejas coman durante dos días en cada una. “Así mejoramos la calidad del suelo y cuidamos su bienestar, evitando parásitos”, explica con orgullo.

Entre tarea y tarea, Nerea encuentra momentos para conectar con el mundo exterior. Apasionada de la radio, heredó de su abuelo el amor por las ondas. “El día del apagón, mi abuelo sacó su vieja radio de pastoreo, y la usamos todo el día. Siempre hemos sido de radio en casa”. Ella, más moderna, devora podcasts, especialmente ‘Contando Ovejas’, un programa mensual sobre ganaderas en red. “Me hace sentir menos sola, son mis compañeras. Hablan de lo nuestro y hacen una labor divulgativa increíble”, dice, lamentando que no haya más episodios.

La vida de Nerea no está exenta de retos. La burocracia, con su mar de papeles y plazos, es una sombra constante. “No es solo la cantidad, es la falta de sentido. Nos piden gestiones como si fuéramos una gran empresa, pero esperan que cuidemos a los animales como si fuéramos Heidi”, se queja. La digitalización, además, es un obstáculo en zonas rurales con mala cobertura, especialmente para sus compañeros mayores. “Estamos en mitad de la nada. Los plazos, como los de la PAC o el seguro agrario, coinciden con la primavera, cuando más trabajo tenemos. Podrían facilitarlo”.

Explotación de ganado ovino de Nerea del Río en la localidad de Robladillo de Ucieza. / Brágimo (ICAL)

Pero Nerea no se rinde. Su proyecto ‘Ovejas y Ríos’ es su forma de tender un puente entre el campo y la ciudad. Abrió su granja al público tras darse cuenta de la curiosidad genuina de sus amigos urbanitas. “Cuando me mudé a Robladillo, me hacían preguntas básicas que yo daba por obvias. Me di cuenta de que la gente no conoce la ganadería ovina, ni la calidad de sus productos. Quise que vieran cómo trabajamos, que valoraran el esfuerzo que hay detrás”. Las visitas, disponibles todo el año, incluyen un recorrido por las instalaciones, la sala de ordeño y el pastoreo, con contacto directo con las ovejas y los perros. “Cuando entran y ven a los animales venir hacia ellos, entienden que están queridos”, asegura.

Las reacciones de los visitantes son su mayor recompensa. “Vienen familias pensando que es solo para niños, pero los adultos se sorprenden disfrutando tanto como ellos. Es una experiencia familiar que deja a todos contentos”. Muchos visitantes, especialmente de Madrid y el País Vasco, son descendientes de emigrantes rurales de la zona que buscan reconectar con sus orígenes. Una visita reciente de un colegio rural dejó una huella especial. Un niño, hijo de un pastor, descubrió que para ser como su padre debía estudiar. “Me preguntó qué necesitaba aprender para trabajar en un lugar como este. Fue muy bonito”, recuerda Nerea.

Explotación de ganado ovino de Nerea del Río en la localidad de Robladillo de Ucieza. / Brágimo (ICAL)

Su labor divulgativa no pasa desapercibida. Nominada al premio ‘Personaje Surcos’ de CyLTV, Nerea ve esta distinción como una oportunidad para visibilizar su mensaje. “Me hace ilusión y me da alcance para la divulgación, que es mi pasión. Además, conoceré a otros compañeros del sector”. Su aparición en el documental ‘Mujeres rurales’ de Alberto Arija, presentado recientemente en Palencia, fue otra plataforma para compartir su historia. “Estoy hasta en la sopa”, bromea, pero su entusiasmo es evidente. “Fue una experiencia increíble, conocí proyectos preciosos”.

Para Nerea, volver al pueblo no es un mandato, sino una elección libre. “No animo a nadie a hacer algo que no quiere. Los mejores ganaderos que conozco han trabajado en otras cosas antes y han elegido esto por libertad”. Su mensaje a los jóvenes es claro: “Se puede. Ser pastor suena idílico, pero es una empresa. Si los números no cuadran en el papel, no lo harán en el campo”. Sin embargo, su vida en Robladillo es una prueba de que los sueños pueden arraigar en la tierra.

Explotación de ganado ovino de Nerea del Río en la localidad de Robladillo de Ucieza. / Brágimo (ICAL)

A través de ‘Ovejas y Ríos’, Nerea no solo cuida de sus ovejas, sino que siembra respeto por la naturaleza, la ganadería sostenible y el mundo rural. “Quiero que la gente vea que somos profesionales, que estudiamos, que innovamos. Que el campo es vida”. Ovejas y Ríos ofrece visitas todos los días del año, previa reserva, en horarios de mañana (12.00 y 14.00 horas) y tarde (16.00 y 18.00 horas), adaptables según la estación. Desde conocer las instalaciones hasta acompañar a las ovejas al pasto, la experiencia es un viaje al corazón del campo. Para reservas: ovejasyrios@gmail.com o 722 515 898. En un pueblo pequeño, su granja es un faro de esperanza, un recordatorio de que el futuro del mundo rural puede ser tan vibrante como los prados que pisan sus ovejas.

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