De ‘La Cantina’ a ‘Casa Pili’, un repaso por la historia de los platos de este restaurante de Villada

casa pili

Pili, alma del restaurante Casa Pili, lleva la hostelería en la sangre. Su trayectoria comenzó en “La Cantina”, el bar familiar que su madre regentaba junto a la estación de tren, donde se servían platos contundentes para los trabajadores de Renfe y viajeros. Aquella cocina, sencilla pero llena de sabor, reflejaba la vida rural de la época.

Algunos de los platos típicos que se cocinaban y servían eran guisos de caza y matanza, como patatas con oveja, pularda, truchas con jamón o incluso palomas que los ferroviarios cazaban accidentalmente con el tren. En abril no faltaban las tortillas variadas (de patata, chorizo, bonito) y los caracoles, un manjar típico de la primavera. Y de tapas siempre había champiñones al ajillo y gambas al ajillo.

Era una cocina de “lo que había”, sin pretensiones pero con alma. “Si tenías un pollo en el corral, ese era el banquete para las fiestas”, recuerda Pili entre risas.

De generación en generación, la esencia de Casa Pili
Hoy, la cocina de Casa Pili mezcla recetas heredadas de su madre con creaciones propias, siempre con productos de la tierra, como el clásico lechazo al horno de leña, carrilleras al vino tinto, sopa castellana, alubias con almejas, espárragos con setas y jamón, solomillo de cerdo con pasas o patatas a la importancia.

Los postres caseros como la tarta de queso, natillas, flan o arroz con leche, son elaborados por la hija de Pili, Luz, una experta en repostería. Pili también reconoce el trabajo que desempeña su hijo Víctor en el restaurante y hace una mención especial a Roberto, camarero que es “nuestras manos y pies”.

A pesar de su éxito, Pili está pensando en retirarse. Después de más de 60 años trabajando en la hostelería, siente que es hora de descansar. Por eso, ha decidido poner el restaurante en venta o traspaso, con la esperanza de que alguien continúe el legado que ella y su familia han construido con tanto esfuerzo.

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