Editorial de octubre 2025
Octubre llega a Palencia con luz dorada, con campos recién segados y con un aire fresco que nos recuerda que cada ciclo se cierra para dar paso a otro. Es tiempo de cosechas: de recoger lo sembrado, de valorar lo que la tierra nos devuelve y también de reconocer lo que quedó sin germinar. La naturaleza, sabia y paciente, nos ofrece cada año la misma lección: nadie recoge donde no sembró.
Nuestra provincia, tan ligada a los ritmos del campo, vive también sus propias cosechas económicas y sociales. Palencia recoge frutos valiosos en sectores que nos definen y que sostienen nuestra identidad. La agroalimentación sigue siendo columna vertebral, con empresas que no solo generan empleo, sino que exportan calidad y tradición al mundo. La energía renovable ha pasado de ser una apuesta a convertirse en realidad tangible: los parques eólicos y solares se multiplican, situándonos en el mapa de la transición energética. El turismo, paso a paso, gana fuerza; cada visitante que descubre nuestra Catedral, nuestros pueblos o nuestra Montaña Palentina se convierte en embajador de una tierra que sorprende y emociona.
Pero, como en el campo, no todas las tierras dan fruto. La despoblación nos deja pueblos cada vez más vacíos. Nuestros jóvenes siguen marchándose porque no encuentran oportunidades suficientes aquí. Y las infraestructuras, clave para competir en igualdad, siguen siendo asignatura pendiente. Palencia no puede permitirse perder más trenes (ni en sentido literal ni en sentido figurado) si quiere mantener opciones de futuro.
La gran pregunta es inevitable: ¿Qué Palencia queremos cosechar dentro de diez o veinte años? La respuesta depende de lo que sembremos hoy. Necesitamos semillas de innovación que apoyen a emprendedores valientes; semillas de digitalización que garanticen que cualquier pueblo tenga la misma conectividad que una ciudad; semillas de cultura y educación que conviertan el talento joven en motor de desarrollo; semillas de cooperación, porque ningún proyecto sólido crece en soledad.
Invertir en Palencia no es un lema vacío o un eslogan, es una necesidad, es una obligación moral y económica. Es apostar por la dignidad de una tierra con todo el potencial para brillar: posición estratégica, sectores dinámicos, patrimonio cultural y natural único, y sobre todo, la capacidad de su gente. Es atraer proyectos industriales que diversifiquen nuestro tejido productivo, pero también cuidar el comercio de proximidad, apoyar a la hostelería y dar vida a nuestros pueblos. No podemos resignarnos a que la despoblación y el envejecimiento sean nuestro único horizonte. Debemos decidir, juntos, qué queremos sembrar en el presente para que las próximas generaciones puedan recoger una cosecha más abundante y justa.
El otoño nos enseña humildad. Hay factores que no controlamos, como el clima o los mercados. Pero lo que sí está en nuestras manos es sembrar bien, diversificar y cuidar la tierra común. El agricultor lo sabe: quien siembra con paciencia y confianza, recoge con esperanza.
Este octubre, mientras los campos descansan tras la recolección, recordemos que Palencia también necesita descanso activo: reflexión, planificación y valentía. No basta con esperar mejores tiempos; hay que construirlos.
Yo creo en esta provincia, en su capacidad de sorprendernos y de levantarse una y otra vez. El futuro de Palencia dependerá de nuestra decisión de sembrar hoy con visión, confianza y orgullo. Si lo hacemos, estoy convencido de que Palencia vivirá una de sus mejores cosechas. Pero no basta con proclamarlo: hay que arremangarse y sembrar de verdad.





