Zaragoza, 20 de septiembre de 2025. Pabellón Príncipe Felipe.
Zaragoza se convirtió anoche en el epicentro de un fenómeno que trasciende lo musical. Con el cartel de “entradas agotadas” colgado desde hace meses, Enrique Bunbury cerró en su ciudad natal la gira española del Huracán Ambulante 2025. Más de dos horas de música, 23 canciones y un pabellón entregado de principio a fin confirmaron lo que muchos intuíamos: su directo no necesita nostalgia, porque el presente basta para atraparnos y engancharnos.
El telón rojo y el arranque fulgurante
A las nueve en punto, con una puntualidad inglesa, el telón rojo se abrió para revelar a Bunbury y su banda. “Otto e mezzo” dio paso inmediato a “El club de los imposibles” y el Príncipe Felipe rugió como un solo y potente cuerpo. La escenografía, cortinajes rojos, pantalla sobria y una iluminación dramática, creó un aire de cabaret rock que subrayó el carácter teatral del show. Desde el primer gesto, desde la primera pose “bunburiana”, quedó claro que el huracán estaba en marcha.
El repertorio: intensidad y riesgo
Durante más de dos horas, el setlist trenzó distintas etapas: “De mayor”, “El extranjero”, “Desmejorado”, “Sólo si me perdonas” e “Infinito” convivieron con el presente fértil de Cuentas pendientes. “Las chingadas ganas de llorar” fue un punto álgido: silencio absoluto en el pabellón y una ovación larguísima que erizó la piel a todos los presentes.
Hubo también espacio para rescates con sentido. En “Big-Bang”, Bunbury se permitió una confesión: “Quizás esto fue el comienzo de todo… cuando grabamos y ensayábamos Radical Sonora aquí, en Zaragoza, en el 97”. Una declaración que conectó su primera etapa en solitario con el regreso a casa, y que emocionó a quienes han y hemos seguido toda su trayectoria.
La sorpresa y la traca previa a los bises
La gran sorpresa de Zaragoza fue la inclusión de “Viento a favor”, en lugar de “El aragonés errante” que había sonado en Madrid. Antes, la traca previa a los bises había puesto el pabellón patas arriba: “Apuesta por el rock and roll”, “Sí”, “Sácame de aquí”, “Enganchado a ti” y “Lady Blue”.
Antes de interpretar “Apuesta por el rock and roll”, Bunbury se detuvo unos segundos para recomendar lo mismo que repite cuando le entrevistan: “apostad siempre por el rock and roll”. Un guiño que en Zaragoza, tierra de Más Birras y de Bunbury, tuvo un eco especial.
En “Enganchado a ti”, tras cantar el último verso, improvisó un cierre que quedará en la memoria: señaló al público y dijo “estoy enganchado a todos vosotros”. El pabellón se vino abajo en aplausos, agradeciendo ese gesto de complicidad directa.
Bises y cierre emotivo
Los bises mantuvieron la tensión: “Parecemos tontos”, “Serpiente”, la estremecedora versión de “El jinete” y “Viento a favor” llevaron al público de la electricidad al recogimiento. El final fue “…Y al final”, con Bunbury sentado en el suelo, foco único sobre su silueta y el pabellón entero cantando como un coro. Fue la despedida perfecta: íntima, solemne, inolvidable.
La banda: un huracán colectivo
Huracán Ambulante 2025 no ha sido una reunión nostálgica, sino un organismo vivo. Jordi Mena, sustituto de Rafa Domínguez desde junio, asumió las guitarras con solvencia y personalidad; Del Morán y Ramón Gacías sostuvieron la base rítmica con potencia; Copi Corellano aportó atmósferas desde los teclados; Ana Belén Estaje vistió las canciones con violín y coros delicados; Luis Miguel Romero añadió percusión y matices; y los metales de Javier Íñigo y Javier García-Vega dieron el color y la fuerza necesarios en los clímax.
Zaragoza como protagonista
A Bunbury se le ama o se le rechaza, nunca deja indiferente. Anoche quedó claro el amor: un público diverso, con padres e hijos, pequeños y mayores y de todos los rincones del mundo, y un publico fiel, que se dejó la voz en cada canción, como si estuviera en un rito compartido. Lo que en América parecía arriesgado, prescindir de un puñado de clásicos de Héroes del Silencio, se reveló como una apuesta ganadora también aquí: no hicieron falta. La intensidad de la interpretación, la fuerza de su presente y el magnetismo de su figura bastaron para atraparnos.
El círculo se cierra
Zaragoza fue más que un concierto: fue el cierre de un círculo vital y artístico. Bunbury volvió a casa con el Huracán Ambulante para recordarnos que su carrera no vive del pasado, sino que sigue en combustión. Su voz, sus gestos, su aura, su banda y un público entregado hicieron de la noche un capítulo histórico, una pequeña joya grabada a fuego en nuestra memoria y corazón.
Al final, el huracán no solo pasó por Zaragoza: nació de nuevo aquí, como en aquel 1997.































