El célebre dúo promete ritmo, sonrisas y autenticidad en su actuación del Pipafest 2025 este fin de semana en Villada
Vais a tocar en el escenario Facundo del Pipafest, en un municipio pequeño como es Villada. ¿Qué os seduce de un festival así?
A mí me encanta tocar en sitios como Villada, porque tienen sus historias, sus costumbres, y a la gente la tienes cerca. Y porque te busquen, que te llamen y que además apuesten por pagar un caché justo, pone en valor el esfuerzo real que hacen por mover cultura y eventos en su tierra. Eso tiene mucho mérito y nos apetece formar parte.
¿Cómo le explicaríais a alguien que nunca os ha escuchado qué es el estilo del grupo? ¿Con qué os identificáis?
Somos una banda que mira a Latinoamérica, sobre todo a la cumbia, pero llevada a nuestro terreno. No hacemos cumbia pura, hacemos cumbia panameña: con guitarras, con pop, con rock y con la calle.
Habéis publicado El Recreo, vuestro tercer disco. ¿Qué os apetecía contar con este álbum? ¿En qué punto os pilla como banda?
Con El Recreo queríamos volver a disfrutar del proceso, quitarnos presiones y recuperar ese espacio donde uno se permite jugar. Por eso, el nombre. Nos pilla en un momento de más claridad, sin dejar de probar cosas nuevas. Seguimos produciendo nosotros, pero esta vez nos hemos rodeado de Manu Sija, músico tucumano que ha metido magia; Nico Marchena, que ha estado grabando y en la producción; y Lucas Piedracueva en la mezcla. Hay canciones más luminosas, otras más íntimas, pero todas comparten una misma alma reconocible.
¿Cómo está yendo la gira hasta el momento?
Está siendo muy bonito. Hemos pasado por sitios como Gijón, Mutxamel, el Café Anchoki de Bilbao, Vivers en Valencia, Nudo Sur en Almería, Toledo, Barcelona… y en cada sitio la gente se ha entregado. Se nota que las canciones ya forman parte del público. Y todavía queda mucha carretera: Villada, Menorca, La Bañeza, Caravia, Arnedo, Murcia, Cádiz… y en noviembre nos vamos a Canarias. Terminamos el año con fechas en Donosti, Zaragoza, León, Santander, Oviedo… y en febrero cerramos en Madrid y Pamplona. Está siendo un viaje largo, pero muy vivo. La banda está en forma y el repertorio está funcionando.
¿Cómo es un directo de Colectivo Panamera? ¿Qué puede esperar el público de Villada cuando se suban al escenario?
Un directo nuestro es ritmo y canción. Que se baile y que se escuche. No venimos a hacer un show perfecto, venimos a tocar de verdad, con todo lo que salga esa noche. Hay cumbia, hay pop, hay guitarras, hay letras que dicen cosas… y hay mucha conexión con la gente. Eso para nosotros es clave. La idea es que el que venga se vaya con una sonrisa y, si puede ser, un par de estribillos pegados en la cabeza.
¿Tenéis alguna manía o ritual antes de salir a tocar? ¿Alguna costumbre que nunca falla en Panamera?
Nos damos un abrazo. Mirada rápida entre nosotros, como diciendo: “vamos a disfrutarlo”.
A la hora de escribir y componer… ¿Qué queréis transmitir a la gente? Y, ¿de dónde soléis sacar esa inspiración?
Queremos que nuestras canciones digan cosas y a la vez se puedan bailar. Que acompañen una fiesta, pero también un duelo. Hablamos de lo que nos pasa, de lo que nos duele, de lo que deseamos. La inspiración está en la vida misma: en los viajes, en los amores que salen bien y en los que no, en el barrio, en los que se quedan fuera, en una conversación, en una frase suelta que te remueve. Ahí están canciones como “Cumbia del lobo”, que tiene algo ritual, algo de fogón. O “Los olvidados”, que es pura herida social con ritmo. O “La manzana”, que mezcla lo sensual con lo espiritual. No buscamos moralejas. Buscamos que algo se mueva.
Después de tantos conciertos por distintos lugares… ¿Tenéis alguna anécdota que os venga rápidamente a la cabeza? ¿Algún concierto que os haya marcado?
Unas cuantas, claro. Una vez se fue la PA en mitad de un festival, nos hemos quedado tirados por rotura de ruedas en ruta, hemos vivido idas y venidas de músicos en tiempo récord… Pero nada grave (y toquemos madera para que siga así). La carretera y la música son profesiones en las que también hay que andar con cuidado. Pasamos muchas horas viajando, y a veces lo más difícil no es el bolo, sino toda la logística para llegar a él.
En la música actual, donde hay tanto de algoritmos, de lo mainstream… ¿qué tiene de importante para vosotros seguir tocando con instrumentos reales, aportando esa energía en vivo…?
Porque allí es donde pasa de verdad. Lo que ocurre en un escenario con gente tocando de verdad no lo puede fabricar ningún algoritmo. Nosotros venimos de tocar en bares, en salas, en plazas, con el sonido que hay, con la gente cerca. Eso te curte y te conecta. Los instrumentos reales tienen vida, respiran, se equivocan… y esa imperfección es la que emociona. Cuando todo está medido al milímetro, pierde alma.
Por último… ¿Qué os gustaría que el público se lleve después de veros tocar en el Pipafest?
Una sonrisa, un estribillo pegajoso, una historia que les haya tocado. Y si al día siguiente se levantan tarareando algo nuestro sin querer, pues ya está: eso es lo que veníamos a hacer.
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