Con otro enfoque. “Érase una vez la pandemia”

ruben díaz “Érase una vez la pandemia”

Baloncesto base en Palencia, Por Rubén Díaz (@fotografia.rdiaz)

Aunque ya no sé si son cosas de la edad, cada vez me gusta más estar solo y el silencio. No sé si por eso no soy capaz de disfrutar cuando llegan las rectas finales de las competiciones escolares o autonómicas, y es que cada vez me apetece menos ir (antes como padre y ahora como espectador o como fotógrafo).

Puede ser probable que sea algo borde y seco, pero cada vez me resulta más lamentable el comportamiento e indigencia mental de ciertas personas que engloban este deporte, ya sean familias, entrenadores o los propios jugadores. Cada vez se pierden más valores por el camino y a tempranas edades, aunque sea por ganar un título de Liga Escolar en una categoría de benjamín.

No encuentro palabras delicadas para definir todo el tipo de tretas y artimañas que se implementan a los chavales para ganar su partido, pero lejos de los objetivos que tenga cada club, la gran responsabilidad es del espejo de todos: su entrenador. Esta figura suele ser el reflejo del comportamiento de las familias y sus jugadores, y no falla. Si es un entrenador con faltas de respeto y malas mañas, los jugadores y las familias suelen ir de la mano.

¿Qué se gana con todo esto? En mi opinión, nada. No creo que nadie señale por la calle a otro porque haya ganado algo o no a estos niveles deportivos, y a los chavales se les hace más mal que bien. Yo recuerdo mis años de jugar y eran “muy intensos” a nivel deportivo, y luego éramos tan amigos cuando salíamos por ahí. Pero ahora no es así, y cuando ven el color del chándal del otro, ya sale el chascarrillo de rigor, y eso es un debe muy grande de no hacer las cosas bien.

Muchas veces, desde la pista mientras saco las fotos, estoy por grabar un vídeo a esas familias que se dedican a incendiar al resto, y ya está el lío montado. Se les debería caer la cara de vergüenza, y es que son capaces hasta de poner a caldo a los suyos, ya que el tema arbitral da para otro capítulo. Al final, solo saben tres palabras para protestar: pasos, zona y falta.

Aquí es cuando pienso que echo de menos los partidos de la pandemia, cuando se notaba hasta la respiración de los jugadores y se escuchaba una paz tremenda, donde los jugadores solo hacían eso: jugar, y no estar pendientes del circo de la grada.
Nunca aprendemos nada de lo que nos pasa, y mucho menos sabemos disfrutar de las cosas que ocurren en un partido. Y es que pocos, por no decir ninguno, van a llegar a jugar a nivel profesional.

Llevarles a ese exceso de presión externa solo va a terminar en que acaben aborreciendo lo que hacen.

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