Con otro enfoque. “Un hombre de club”

ruben díaz “Érase una vez la pandemia”

Baloncesto base en Palencia, Por Rubén Díaz (@fotografia.rdiaz)

Hace unas semanas, cuando iba a sacar unas fotillos en un partido del C.B. Villamuriel, vi que se guardaba un minuto de silencio. Pensé que sería por alguien cercano al club, algún miembro federativo o del pueblo. Sin más, pregunté a un entrenador, y me dijo que era por Constancio Mate. Uff… Me quedé helado y sin palabras. Hasta hace poco me lo crucé por la calle y nos saludamos como siempre. Al llegar a casa, no pude evitar empezar a darle vueltas y recordar cómo era, una gran persona.

Aunque han pasado años desde que yo estaba vinculado a Filipenses, sigo echando de menos a mucha gente, como José Mancho, Chechu, Sama… y, en especial, a Constancio. Le recuerdo con esa eterna sonrisa que me transmitía paz y tranquilidad. Lejos de añadirte piedras a la mochila, te quitaba muchas de las de los demás y seguía como si nada. Siempre quitaba hierro a los problemas y los miraba con optimismo, alejando el pesimismo que teníamos el resto y haciéndonos ver el vaso medio lleno.

un hombre de clubAunque alguien pudiera pensar que no hacía nada, era todo lo contrario. Era como esas impresoras modernas, multifunción: hacía de todo. Cuando hacía falta algo, allí estaba él, con un trabajo silencioso, enorme y muy valioso. De esa gente de club que cada vez queda menos, que no espera nada a cambio, quizás con una sonrisa o un “gracias” bastaba. Yo aprendí mucho de él: a mantener la calma, lejos de llevar la bufanda del club en los partidos o en redes sociales. Y, como siempre, ahí estaba, trabajando en silencio para los demás.

Querido amigo, dejas un vacío enorme en el corazón de muchas personas. En lo que a mí respecta, siempre tuvimos buenas palabras y charlas, incluso después de mi marcha del club. Más allá de los colores que defendiéramos, me enseñaste que primero están las personas y la relación que se tenga con ellas. Sin duda, esos valores y ese sentimiento de club se los has dejado en herencia a tus hijos, Mario y Elena. Doy fe de ello. También les echo de menos y, al igual que tú, siempre me tendieron la mano sin esperar nada a cambio, salvo una sonrisa y un “gracias”.

Al final, la vida nos da bofetadas cuando menos lo esperamos, pero la semilla que plantaste en el club ha germinado. Primero en tus hijos, como jugadores; luego, como entrenadores; y ahora, como personas, siguiendo tu ejemplo como gente de club. Y aunque las lágrimas no se puedan escribir en este texto, gracias por tu recuerdo, amigo. Descansa en paz.

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