Editorial de junio de 2025
Siempre he creído que los sueños son una de las pocas cosas verdaderamente nuestras. Nadie puede arrebatártelos. Desde niño he sido un soñador incansable, de los que imaginan escenarios imposibles y se marcan metas sin importarle si están a su alcance o no. Algunas las cumplí. Otras, simplemente me empujaron a seguir adelante. Pero todas, sin excepción, me han enseñado algo. Me han hecho constante. Me han enseñado a resistir, a sacrificarme, a crecer como persona.
No es fácil mantener la curiosidad encendida cuando la vida te exige tanto. La rutina, el estrés, las responsabilidades… todo conspira para que apaguemos esa llama interior que nos hace únicos. Y, sin embargo, hay pequeños gestos que nos la devuelven. A mí, por ejemplo, siempre me ha ayudado el cine. Pero, sobre todo, en los últimos años, las buenas series. Esas que no solo entretienen, sino que nos transforman. Ver una buena serie es mucho más que pasar el rato frente a una pantalla. Es abrir una puerta secreta a otra vida, a otro mundo, a otra manera de sentir y pensar. Es evadirse, sí, pero también reconocerse en personajes que quizás no conocemos, pero que acaban siendo parte de nosotros. Nos enseñan, nos emocionan, nos acompañan. Y eso, en estos tiempos donde lo inmediato impera en todo, es un acto de resistencia y de belleza.
Comparto esto con vosotros, lectores fieles de Palencia Invierte, no como una confesión trivial, sino como un acto de honestidad. Porque sé que no soy el único junto con mi pareja Layra que ha sentido esa paz interior que llega al caer la noche, cuando compartes un capítulo con tu pareja y al terminar, os miráis cómplices pensando “¿otro más?”. Aunque el reloj diga que no es hora. Aunque mañana cueste más levantarse. Porque hay momentos que son sagrados. Y una buena historia también lo es.
Hay series que nos enfrentan con la parte más cruda del ser humano: la ambición, la traición, el abuso, la guerra, la maldad. Pero también las hay que nos reconcilian con la vida. Nos hablan de la generosidad, del amor incondicional, del valor de la amistad, de la importancia de la salud y de disfrutar lo cotidiano. Nos enseñan a mirar a los demás con más comprensión, a juzgar menos, a valorar más. En definitiva, a recordar que no todo está perdido.
He aprendido tanto de ciertos personajes que, en momentos complicados, me he sorprendido preguntándome: “¿Qué haría él o ella en esta situación?”. Y no, no se trata de confundir ficción con realidad, sino de entender que las grandes historias son espejos donde nos vemos reflejados. Donde descubrimos que no estamos tan solos. Que nuestras emociones, miedos y anhelos también habitan en otros.
Quizás esta reflexión no encaje del todo con los temas que habitualmente tratamos en esta cabecera, pero creo que sí tiene sentido. Porque invertir no es solo una cuestión de capital. También se invierte en uno mismo. En cuidar nuestra mente, nuestro tiempo, nuestras emociones. En apostar por aquello que nos hace mejores personas.
Así que, si este verano os encontráis algo perdidos entre tanto ruido, no dudéis en regalaros una buena historia. De esas que remueven por dentro. Que despiertan. Que nos recuerdan que la vida, como las grandes series, se disfruta mejor cuando se comparte, cuando se siente y, sobre todo, cuando se vive con intensidad.
Así que este mes me atrevo a haceros una recomendación muy personal. Si os gustan las historias intensas, con personajes llenos de matices y conflictos morales, probad con Ozark, Breaking Bad, Peaky Blinders, Yellowstone o The Good Doctor. No son solo series, son retratos profundos del alma humana, y de las decisiones que definen quiénes somos.
Escribió Haruki Murakami: “Cuando salgas de la tormenta, no serás la misma persona que entró en ella. De eso trata la tormenta.” A veces, una buena serie es esa tormenta necesaria. Gracias por acompañarnos un mes más. Y nunca dejéis de soñar, aunque sea con los ojos bien abiertos.







