La que fuera primera directora de la Cátedra de Estudios de Género valora los cambios de la sociedad en estos 25 años en materia de igualdad y ecofeminismo y las aportaciones al conocimiento de este organismo universitario surgido en Palencia
La lucha por la igualdad de las mujeres, como también la eliminación de la violencia de género, es absolutamente transversal: sucede en la política y en el hogar, en la escuela y en el trabajo. Y, por supuesto, en la universidad. Porque es allí donde se profundiza en la investigación y la difusión del conocimiento que generará sociedades más justas y avanzadas.
Y precisamente uno de los organismos investigadores más reputados a nivel nacional, en este sentido, tiene su origen en Palencia, en el Campus de la Universidad de Valladolid. La Cátedra de Estudios de Género (CEG) fue constituida en el año 2000 tras ser aprobada por el Consejo de Gobierno de la Universidad de Valladolid. Actualmente, la CEG está integrada por 39 personas, en su mayoría docentes de los campus de Palencia, Segovia y Valladolid. Su misión principal es abordar la investigación, la docencia y diversas actividades relacionadas con el feminismo y los estudios de género, incluyendo la organización de cursos, simposios y el mantenimiento de un centro de documentación sobre mujeres.
Este mes de noviembre, la Cátedra de Estudios de Género de la Universidad de Valladolid (UVa) celebrará su XXV Aniversario con una jornada titulada “La teoría feminista frente a los retos del siglo XXI”, el lunes 3 de noviembre en el Salón de Actos del Campus “La Yutera” en Palencia.
La jornada, coordinada por Iván Sambade Baquerín y Fátima Cruz Souza, se enfocará en abordar tanto los avances logrados en los últimos 25 años en favor de la igualdad, como las resistencias y lacras sociales que persisten contra los derechos y libertades de las mujeres. Una de sus invitadas será Alicia Puleo, quien fuera prmera directora de la Cátedra, una de las voces más destacadas del feminismo en España en estos momentos.
Este mes de noviembre se conmemora el 25 aniversario de la Cátedra de Estudios de Género de la UVa, a la que usted ha estado fuertemente vinculada, como directora entre 1999 y 2011. ¿Recuerda cómo fueron los inicios?
Son en realidad de un grupo de investigación anterior: el Seminario Universitario de Estudios No Sexistas, de Palencia, que ya existía cuando yo llegué allí. Ese núcleo inicial se transformó en la Cátedra, que ya era de toda la Universidad.
El contexto entonces era diferente. ¿Encontraron resistencias a esa integración de la perspectiva de género en la vida universitaria?
Efectivamente. Hubo cierta resistencia. Recuerdo que, en una Junta de Gobierno en la que el rector planteó el proyecto de la creación de la Cátedra, hubo un profesor que se opuso diciendo que género era únicamente el género gramatical. Y entonces el rector le dijo: mire, este traje que yo llevo puesto, también es de género. Género es una palabra con muchos significados distintos.
¿Qué cambios más importantes diría que se han logrado desde la Cátedra, en todo este tiempo, y qué queda por hacer en el contexto actual?
La Cátedra se creó como un organismo investigador, fundamentalmente. Su función era y es la investigación, pero también lo que hoy se llama transferencia del conocimiento, en tanto transfiere, en la medida que puede, a través de cursos, jornadas o congresos, el conocimiento que se va acumulando, tanto en esta universidad como a nivel internacional. Sus programas formativos son para el alumnado, pero también para toda la sociedad, desde esa transferencia.
Usted es una de las principales impulsoras y defensoras de la teoría ecofeminista. ¿Qué postulados defiende esta teoría y cómo la haría llegar a la sociedad?
Es una corriente del feminismo que se interesa por un problema muy actual: el cambio climático y cómo tratamos a la naturaleza, si el desarrollo tal como está concebido es correcto o es insostenible, y qué impacto tiene sobre la salud de las mujeres, ya que, desgraciadamente, como señalan los estudios de medicina ambiental, las mujeres somos más vulnerables a los tóxicos ambientales que los varones. No es que los varones no sean vulnerables, pero sí que resisten un poquito mejor.
Y luego, qué futuro queremos, qué relaciones con los animales y el medio ambiente o los ecosistemas… Es decir, qué es lo mejor en ese aspecto. Y eso es el ecofeminismo: una forma de mirar el mundo, desde mi perspectiva, conservando las reivindicaciones de igualdad conseguidas y mantenidas por el feminismo, pero incorporando esa mirada más abarcadora que se ocupa también de la naturaleza.
Defiende la necesidad de la “universalización de las virtudes del cuidado” y a menudo habla de la empatía y la compasión como fundamento de esta filosofía. ¿En estos 25 años la cultura de los cuidados se ha ido integrando? ¿Queda mucho por hacer?
Yo creo que hay una cultura de la sociedad de un cambio de actitudes. La polarización de las tareas y de las virtudes adjudicadas a cada sexo van variando y los hombres han comenzado ya a compartir tareas del cuidado e, incluso, a disfrutar esas tareas del cuidado que hace décadas no consideraban suyas. Pero todavía hay mucho que andar en ese terreno, efectivamente.
La acción y la emoción van en paralelo. Cuando aprendemos a cuidar, también aprendemos a sentir más empatía por los seres vulnerables y, por lo tanto, nos abrimos a otra forma de ver a los demás seres, incluyendo a los no humanos. Es una evolución de la conciencia humana que creo que está en marcha.
Pese a esos cambios, también vivimos en la sociedad actual lo que usted llama contrarreforma patriarcal, esa reacción tan presente incluso entre jóvenes
Ya hace varios siglos que el filósofo italiano Vico decía que la historia se movía in corsi e ricorsi, un avance y un retroceso. A lo mejor el retroceso es un poquito menor que el avance, pero siempre hay una reacción. Y eso también lo ha visto Susan Faludi en su libro “Reacción”. Cada vez que el feminismo ha avanzado, se ha producido también una reacción. Y ahora estamos viviendo un momento, efectivamente, de reacción.
¿Cuánto tiempo va a durar? no lo sabemos. Pero por lo menos sí podemos saber que tanto el sufragismo como el feminismo del último tercio del siglo XX han vivido esa reacción posterior. Habrá que tratar de explicar mejor, de hacerse entender mejor, y de saber que, efectivamente, siempre la sociedad tiene esa reacción.
La cara más amarga de esa reacción es sin duda el problema de la violencia contra las mujeres, o cierta involución en la defensa de los derechos sexuales y reproductivos. ¿Cómo se relaciona el ecofeminismo con todo esto?
Justamente, el ecofeminismo es variado y existen diversas corrientes, y uno de los puntos en los que yo he tratado de incidir, viniendo como vengo del feminismo de la igualdad, es no perder de vista la necesidad de seguir defendiendo los derechos sexuales y reproductivos que tienen que ver con la libertad de las mujeres, que es la libertad conseguida después de mucho tiempo de lucha de las mujeres.
Una libertad difícil, no debemos bajar la guardia, porque efectivamente eso se puede perder y sería dramático para el feminismo y para el conjunto de las mujeres.
No todo el ecofeminismo va a estar en esa posición, pero sí, por lo menos, un ecofeminismo que plantee la igualdad y la libertad.
Es momento de mirar atrás pero quizá también hacia delante: ¿dónde sueña que esté la Cátedra de Estudios de Género dentro de 25 años?
Que siga el trabajo, y estoy segura de que así será, porque la actual directora, Dunia Etura, es una persona con mucha energía y determinación y, por lo tanto, estoy segura de que va a llevar a la Cátedra por ese camino de continuar la investigación, que considero que es su función fundamental como organismo universitario: la investigación y la difusión del conocimiento. Estoy segura de que eso se va a cumplir.


