Domingo de Ramos Rosario del Dolor. / Óscar Herrero

El tiempo fue más que clemente con la Procesión del Santo Rosario Dolor, que volvió a lograr la icónica imagen del cruce del Santísimo Cristo de la Vera Cruz y Nuestra Señora del Dolor a los pies del Cristo del Otero

Si por la mañana las palmas ondearon bajo un cielo encapotado y con el miedo a la lluvia, la tarde trajo sol e incluso calor, aunque a lo lejos, desde el Cerro del Otero y mirando al sur, se veía cómo las nubes descargaban en algún punto. Pero no en Palencia. El cielo fue clemente con una de la procesiones más llamativas de la Semana Santa Palentina. La que llega a lo más alto de la ciudad, a los pies del Cristo del Otero: Donde tiene lugar una dase las imágenes más icónicas. Una que sólo se puede dar en Palencia. El cruce de ‘un’ Cristo, con ‘una’ Virgen a los pies del Cristo del Otero.

Antes, la procesión, organizada por la Real, Muy Antigua, Venerable y Dominicana Cofradía Penitencial y Sacramental de la Santa Vera Cruz de Nuestra Señora Madre de la Iglesia, del Niño Jesús y de la Santa Resurrección de Cristo, para todos la Vera Cruz, partió de su sede y fue ‘recogiendo’ a las dos tallas que dan sentido al desfile. En el convento de las Dominicas, a Nuestra Señora del Dolor (Anónimo S XIX), rezando allí el primer misterio; y en San Pablo al Santísimo Cristo de la Vera Cruz (anónimo, 1522) con el segundo misterio.

Para encarar uno de los puntos singulares de esta procesión del Rosario del Dolor: el paso bajo las vías, para ganar el ‘otro’ lado de la ciudad y encarar hacia el Cristo del Otero, rezando el tercer y cuarto misterios ante la iglesia del Ave María (María Estela) y  ante la de San Ignacio y santa Inés, respectivamente.

De ahí, a afrontar la subida a lo más alto de Palencia. Al Cristo del Otero ante la presencia de centenares de personas que bien observaban a lo largo del Paseo o ya eligieron apostarse en la carretera del Cerro para ver el ascenso de las dos tallas principales y de las cruces portadas por penitentes nazarenos y de los cofrades de las diferentes cofradías de la Vera Cruz de la provincia y de Valladolid que se acercaron a participar en la de la cofradía capitalina.

Ya arriba, y mientras el Santísimo Cristo de la Vera Cruz y Nuestra Señora del Dolor se ‘miraban a la cara’ bajo la bendición del Cristo del Otero, en torno a las 20,30 horas (casi dos horas y media de procesión) se rezó casi en petit comité, dado que la plataforma bajo el Cristo del Otero no es muy grande, el quinto misterio y las letanías.

Tiempo también para recuperar fuerzas, beber agua y prepararse, los cofrades, para reemprender la marcha. “Tengo una buena noticia. Ahora es todo para abajo”, les dio ánimo uno de los cofrades a los portadores. Un punto de inflexión, una ruptura del sentimiento y la paz que se vivía allí arriba, que sirvió para volver a la Hermandad con una sonrisa haciendo más llevadera la penitencia.

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