A veces ocurre que un modo de vestir, una canción, un baile o una artesanía pasan a significar a una persona o a su familia durante generaciones. Puede suceder que esos mismos detalles por su importancia, calidad, interés y riqueza se convierten en señas de identidad de un pueblo, de una comarca o incluso de toda una provincia.

Grijota representó con algunas de sus manifestaciones tradicionales (su antigua indumentaria, sus bailes y sus danzas) a la provincia de Palencia durante varios siglos, todo ello generado a partir del oficio de la panadería existente a finales del siglo XVII que ocupaba a la mayor parte de sus habitantes y abastecía a la cercana capital, donde las panaderas acudían diariamente a vender el pan ataviadas con su antañón vestir. Muchos han sido los testimonios de este colorista hecho recogido en grabados y fotografías o documentado en las crónicas que ya recogimos en la obra editada en 2016 dedicada específicamente a la indumentaria tradicional de Grijota. Esta entrega añade las voces de los verdaderos protagonistas, la memoria que dejaron los que ya no están, el recuerdo y la canción, todo aquello que acompañó a grijotanos de siglos pasados, en su diario, sus fiestas, sus trabajos y en definitiva su vida.

A pesar de la cercanía con la capital, distante una legua y orillada la localidad en el viejo camino de León, no dejaba de ser la Grijota en aquellos tiempos no tan lejanos, un pueblo a la usanza de Tierra de Campos, de paredes de adobe y tapial -reforzado de guijos y cantos eso sí, como distingo local-, de pastores, labradores, algún tejedor que quedó todavía a mediados del XIX, varios talleres carreteros y principalmente de arrieros -los denominados cañoneros- y panaderos que como principales oficios recogían a la mayor parte de la población. El trabajo del pan resistió con apenas media docena de hornos funcionando hasta mediados del siglo XX en lo que había llegado a ser casi un centenar en los siglos XVIII y principios del XIX. Tan artesanal y señero guión del pueblo, vino a ser poco a poco absorbido por el despegue de las fábricas de harinas y moliendas situadas al pie del Canal de Castilla a partir del 1800.

Vivió por tanto hasta el siglo XX al margen de grandes modas y modernismos, y disfrutando de una gran tradición musical, de baile folklórico y de indumentaria propia que durante siglos dignificó a los vecinos de esta localidad. Hoy de ese gran pasado, reciente aún, algunas familias tienen el gusto y la gana -y porque lo saben hacer- de enterrar la matanza en las ollas de barro o las potas de porcelana o sacar a curar los chorizos a la calle para que se aireen. Menos son los que cuecen bollos y pastas en los hornos de casa -apenas queda en pie uno de entre todos aquellos hornos históricos panaderos de leña- para los días de fiesta o celebraciones pero alguna de estas últimas panaderas hace los “lagartos” con la masa del pan que bien pudieran pasar a utilizarse como iconos de la artesanía del pan palentino junto a “las jaulas” de Ampudia que lucían los chavalillos colgadas al cuello en Pascua, los “maragatos” que se hacían en Villada para la fiesta de la “tortillera” en mayo o “las pajaritas” del día de San Juan con las que obsequiaban a los niños de Lantadilla.

Más de medio centenar de vecinos han colaborado con sus comentarios, explicaciones, recuerdos y con la cesión de las históricas fotografías en esta obra que ha sido editada por la Diputación de Palencia y el Ayuntamiento de Grijota en vela con gran interés por su patrimonio.

Todo este legado aparece reunido en un libro de 320 páginas, con varios centenares de fotografías y en un disco de cinco horas de duración que recogen 212 audios que son el resumen de la vida de nuestro pueblo con los testimonios y tonadas que con gran riqueza de matices y variedad perpetuarán ya para siempre el valor de una historia cercana, la nuestra, que hemos de esforzarnos en mantener y enseñar por cuanto de valiosa tiene.

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