«Isla Indómita» es un documental sobre Piedad Isla, pionera del fotoperiodismo en España. Retrata su vida y obra, destacando su compromiso con el paisaje y las personas de la Montaña Palentina, y es un homenaje a su legado cultural y humano
Ha sido un privilegio asistir al preestreno de “Isla Indómita”, el documental que retrata la vida y obra de Piedad Isla (1926-2009), esa mujer singular nacida en la villa de Cervera de Pisuerga, en la Montaña Palentina, y que decidió con su cámara detener el paso del tiempo de nuestro paisaje humano. Como editor acostumbrado a caminar entre bosques de roble, riachuelos y viejas casas de piedra, sentí que aquel largometraje se ganó de principio a fin mi emoción.
Dirigido por Pablo García Sanz y producido por Miguel Sánchez González, el documental construye con pulso firme una memoria visual de Piedad Isla, recurre al testimonio de quienes la conocieron como Peridis, Donato Torres, Raquel Cabeza, las hermanas: Asunción, Concha y Teodora García Gómez, Manuela Alonso, el alcalde de Cervera Jorge Ibáñez o Maximiliano Barrios, junto a figuras del mundo de la cultura y la fotografía como Isabel Coixet, José Manuel Navia, Yayo Herrero, Castro Prieto y de Paco Alcántara o Eduardo Margareto entre otros.
Viendo el film, se me dibujaba en la mente aquella Piedad que en los años cincuenta recorría la Montaña Palentina subida a su “vespa”, cámara en ristre, para fijar la vida de los pueblos, los hombres y mujeres del monte, los muros viejos, las huertas, las brañas. Una labor que por su sencillez y profundidad la convirtió en pionera del fotoperiodismo y la fotografía neorrealista en España, algo extraordinario para una mujer de su generación.
Homenaje vivo
El documental no es solo un viaje nostálgico, sino un homenaje vivo a una persona con una calidad humana profunda, alguien que, además de retratar, escuchaba, esperaba y compartía. Desde mi devoción por esta tierra (los valles de Palencia y sus montañas) me reafirmó en la idea de que Piedad sabía entender que el paisaje también es su gente. Y que su cámara no pretendía congelar un instante, sino dar voz. En la película se recuerda que Piedad defendió el patrimonio natural y arquitectónico de su comarca, lo que la convierte también en “gran activista” de su tiempo.
La riqueza de la cinta radica en su capacidad para mostrar esa combinación de la mujer de pueblo que supo viajar al corazón de lo universal, sin perder sus raíces. En una escena replicada ante el antiguo estudio de Piedad en Cervera, el rodaje recrea aquel humilde método de trabajo, junto a vecinos que fueron sus protagonistas, y permite al espectador acercarse a la fragilidad de lo efímero y al poder de la mirada que sabe esperar.
Para los que residimos en el medio rural, entre valles y kilómetros de silencio, esta película significa un aire nuevo, una afirmación de que nuestra vida, nuestras costumbres, nuestras gentes, también merecen ser contadas, conservadas, miradas con cariño. Piedad con su cámara lo hizo, no a modo de simple observadora externa, sino como gesto íntimo, comprometido. Y el documental lo demuestra con imágenes, con testimonios, con paisaje y con emoción. Salí de la sala con la certeza de que “Isla Indómita” hace justicia a la obra de una mujer que hoy recuperamos como referente, por su audacia, por su ternura, por su memoria. Y también me fui pensando que, en esta Montaña Palentina que tanto quiero, tenemos la obligación de seguir cuidando nuestras historias. Porque, como ella parecía susurrar con su lente, somos porque fueron.
Este trabajo cinematográfico es una invitación potente a mirar, a valorar, a conectar con lo aparentemente pequeño pero esencial. Piedad Isla nos enseñó que la cámara puede ser una manifestación de amor. Y nosotros, los que vivimos en la tierra de robles y ríos, estamos en deuda con su mirada.
Gracias “Piedad Isla” por existir y ser así, Gracias “Isla Indómita” por enseñarnos a querer y cuidar.





