José María Pérez ‘Peridis’: “Restaurar nuestra memoria es vivirla, construyendo nuestra propia historia”

José María Pérez Peridis sosteniendo su libro en un monasterio
José María Pérez Peridis presenta su novela 'El tesoro del convento caído'. / Lucía Burón (ICAL)

El escritor presenta ‘El tesoro del convento caído’, una novela que entrelaza memorias, ficción y un homenaje al esfuerzo colectivo por rescatar el patrimonio, donde destaca la cooperación como el verdadero tesoro

Jesús García-Prieto / ICAL

José María Pérez, “Peridis”, arquitecto, dibujante, escritor y alma mater de la Fundación Santa María la Real, presenta su nuevo libro, ‘El tesoro del convento caído’ (Espasa), una emotiva obra que entrelaza memorias, ficción y un homenaje al esfuerzo colectivo por rescatar el patrimonio. Desde su infancia en la Montaña Palentina hasta la restauración del monasterio de Santa María la Real, Peridis narra con humor y sabiduría cómo un convento en ruinas se convirtió en símbolo de esperanza y comunidad y subraya que el verdadero tesoro es la cooperación. En esta entrevista, explora su visión del patrimonio como proyecto colectivo y las lecciones de vida que inspiran su última novela.

El monasterio de Santa María La Real es el eje central de la novela, se tratar de un lugar muy especial para usted y para los vecinos de Aguilar de Campoo…

La verdad es que lo cuento todo en la novela y habló de los inicios del monasterio. Cuando mi amigo Rafael Paradelo me decía al principio, cuando yo planté que teníamos que recuperarlo, usted cree ahora con Suárez, que va a haber elecciones, y si luego resulta que no nos dan el dinero o dedican la asignación a otra cosa, ¿qué va a pasar? Y yo le dije, mira Rafael, nosotros somos de aquí. Este camino nos conoce, conoce nuestras pisadas. Venimos a conocer nuestra historia, a restaurarla y a vivirla. Proust iba en busca del tiempo perdido, pero nosotros vamos a restaurar nuestra memoria. ¿Sabe lo que es eso? Vivirla restaurándola. Y luego abriéndola a todo el mundo. No para que quede ahí, quieta y cuando seamos mayores y nos acordemos de lo que hacíamos entonces, nos acordaremos de que hemos recuperado nuestra historia construyendo nuestra propia historia.

Después de tantos libros, tantos artículos, viñetas para el país, ¿cómo surgió la idea de contar ahora aquella infancia que vivió ligada al monasterio?

No es la infancia, es todo el proceso. Ahora vivimos en un momento en el mundo donde hay un emperador que defeca desde las avionetas cuando hay una manifestación y que nos dice estás despedido. Hay dos clases de personas, ganadores y perdedores. Las personas tenemos unos valores y no hay nadie al que hay que decirle, estás despedido o no vales para nada. Eres un perdedor. Y aquí han sido todos ganadores. Hemos reconocido a las personas como son y con los valores que tienen. Y hemos creado condiciones para que den lo mejor de sí mismos. Primero con generosidad, desescombrando, tirando la carretilla. Y luego trabajando en la profesión que deseaban. Sobre todo los de letras, de humanidades. La fundación, a través primero de la asociación, ha creado las escuelas taller, por las cuales han empezado en todo el mundo cientos de miles de jóvenes en riesgo de exclusión. Además, hemos hecho la Enciclopedia del Románico, donde hemos metido en unos contenedores de libros que están en las principales bibliotecas del mundo, a las iglesias, para que no se pierda su memoria. Hemos hecho un embalse de memoria. Nuestra filosofía no es estás despedido, es estás admitido. No es no vales para nada. Vales mucho. Todavía no lo sabes, pero tienes unos valores, empezando por la dignidad, muy importantes. Entonces es mirar al ser humano de otra manera, mirar el patrimonio de otra manera. No como algo que se coge y se tira porque no vale, sino algo que tiene que vivir una vida alguien, con dignidad, sea un monasterio, sea una iglesia románica o sea una persona.

José María Pérez Peridis sosteniendo su libro en un monasterio restaurado
José María Pérez Peridis presenta su novela ‘El tesoro del convento caído’. / Lucía Burón (ICAL)

Ha sacado a colación al actual presidente de los Estados Unidos, pero ¿ha cambiado tanto el mundo actual con lo que se refleja en su novela?

Sí, ha cambiado. Las tecnologías cambian el mundo. Cuando apareció el teléfono cambió el mundo. La radio cambió el mundo. Hitler aprovechó la radio. Entonces ahora las redes sociales han vuelto a cambiar el mundo. El mundo da muchas vueltas, pero el ser humano es el mismo siempre. Lo que pasa es que se expresa de distinta manera, porque ha habido épocas en la historia donde el humanismo tenía unos valores. Lo que no podemos hacer es un mundo sin leyes, sin valores. No podemos admitir que se convierta en la ley de la selva. No podemos prescindir de un mundo tan complejo sin leyes y no podemos admitir que todos los avances de los derechos humanos, de los derechos de los pueblos, de los derechos de las minorías, de los derechos de las naciones, se vayan por la alcantarilla, porque alguien lo dice. En el fondo yo no he hecho una biografía para decir bueno, pues así ha sido mi vida. Yo he querido contar lo que se puede hacer cuando se colabora, lo que puede hacerse cuando se mira por lo público, lo que puede hacerse cuando no desprecias a nadie. Lo hemos hecho con las residencias de mayores, con las lanzaderas de empleo. Así de sencillo.

Lo ha querido contar mezclando narrativa, un cuento de hadas, sus vivencias y el patrimonio…

Nosotros hemos convertido un cuento en realidad, porque hemos cumplido nuestros sueños. Cuando empezamos esto estaba lleno de escombros, llegaban hasta los arcos, las hiedras, no tenía tejados, los muros están torcidos, parecía imposible y la gente decía que yo estaba ‘chinao’. Era una locura pensar aquello. No venían los monjes. Fontaneda había empezado a mover la primera restauración, pero aquello embarrancó. Entonces llegamos nosotros, propuse que esto se recuperara. Ciertamente yo había jugado aquí de niño y para mí el monasterio lo tenía todo. No había castillos, pero para mí era un sin castillo mágico. Perderse por aquí, en un sitio prohibido, con una huerta maravillosa, un arroyo con cangrejos, moras, frambuesas, ciruelas claudias, endrinas, andriniegas, sepulcros, calaveras, tesoros…

José María Pérez Peridis presenta su novela ‘El tesoro del convento caído’. / Lucía Burón (ICAL)

Un lugar de novela…

Exacto, pero esa es la infancia. Se va para siempre, excepto si te agarras a ella. Entonces, ¿qué haces cuando eres arquitecto? Vuelves a tu pueblo, ves el monasterio en ruinas y ves que lo han dejado a medio caer o lo han empujado para que caiga. Y vas por los despachos y te dicen, tienes que hacerlo tú. Pues bueno, señorito, deme algo. Pero dices, oye, no es mi problema, este es el problema del pueblo. Convocas a la gente y dices, hay que remangarse y hay que tirar de carretillo y pico y pala. Y te encuentras con que hay un minero, que se llama Ursi, que tiene una droguería y que es escultor y que se pone en la silla con seis metros de escombro a picar por abajo, con riesgo. Él era minero, sabía cómo picar y entonces se puso en el borde, picaba, caían los escombros y se deshacía. Y ya veníamos con la pala y el pico y a sacar escombros. Hay que darlo a conocer y lo hemos conseguido con actividades culturales, las semanas del románico, música, que es buena para las piedras. Hemos traído conciertos de la Orquesta Nacional, poetas como Antonio Gala o Santiago Amón. Amancio Prada, Petra Mateos, Juan Margallo. Después creamos las escuelas taller, la enciclopedia, las lanzaderas. Ahora la fundación tiene 270 trabajadores y un presupuesto que se gana la vida todos los años, porque no tenemos un gran patrocinador. El tesoro es el monasterio que, conservado, puesto en valor, da empleo, crea riqueza, da horizonte a los jóvenes, porque es una fábrica de conocimiento.

Una de las lecciones de vida que se recogen en este nuevo escrito es que se recoge lo que se siembra, y lo deja muy claro desde el principio. ¿Cómo ha aplicado esta filosofía ya no solo a su vida profesional, sino a su vida personal?

Me fui a Madrid en un camión de galletas con 6º de Bachillerato que había hecho en los Maristas, pero mi padre se arruinó y se acabó el negocio. Empecé a estudiar arquitectura en el nocturno en el Ramiro Maeztu, en el nocturno, después ingresé en la universidad. Entonces una vez que yo veía que era un alumno brillante, como no me quedaba otra salida en la vida que abrirme camino, lo hice para mi familia y luego he abierto camino para el monasterio. Me gustaba hacer caricaturas y cuando salió El País, allí fui. La caricatura y el periódico te abren puertas y las utilicé, porque la gente me recibía. Así logré sacar adelante este proyecto.

En el libro destaca ese valor del patrimonio y su reivindicación…

El patrimonio es de la gente, pertenezca a quien pertenezca. Ahora está que si es de la iglesia, que si no es de la iglesia. Si la iglesia no puede conservar los templos, pues los tendrá que conservar el Estado, los municipios o la comunidad autónoma… Yo he puesto el foco en el románico porque es el que está en el territorio que se abandona y que le pasa lo que al coronel de García Márquez, El románico no tiene quien lo escriba, no tiene quien le rece, no tiene quien le cuide, porque ya no queda gente.

Precisamente, algo que está bien recogido en el libro es esa Enciclopedia del Románico que es todo un símbolo. ¿Cómo empezó ese proyecto?

Yendo poco a poco. Primero empezamos por Palencia. Estaba García Guinea vivo, había escuela-taller. Los chavales de la escuela-taller y los titulados salían al campo a medir, hacían las maquetas a escala, aprendían a tallar la madera, íbamos haciendo la enciclopedia y ellos iban aprendiendo a conocer el patrimonio, a contarlo como lo cuentan ahora. El salto siguiente fue Castilla y León, convencer al presidente de Caja Duero o él a nosotros, de que nos metiéramos con la comunidad. El obispo segoviano nos dejó entrar en las iglesias y esperamos cinco años y luego Asturias y luego, oye, el que hace un cesto… Ya teníamos una enciclopedia que estaba en la Biblioteca Nacional de Pekín, pues vamos a seguir con toda España y poco a poco. Si no hay gente, entonces, ese es un reto que tienen los responsables políticos, pero ese problema no solo es del románico, hay monasterios por ahí donde ya no quedan monjas, las iglesias son muy grandes, hay pueblos que tienen tres iglesias que son catedrales y hay que tomar en serio el desenredar la madeja de propiedades usuarias para ver cómo se mantiene esto. Con el libro ponemos el foco en algo que tiene un valor incalculable materialmente y que tiene un valor incalculable como memoria.

José María Pérez Peridis leyendo en un monasterio antiguo
José María Pérez Peridis presenta su novela ‘El tesoro del convento caído’. / Lucía Burón (ICAL)

Describe el tesoro como “la suma de las personas que hicieron posible este sueño”, ¿quiénes son esas personas y qué papel jugaron en su vida?

Las voy citando a lo largo del libro. Fundamentalmente el pueblo de Aguilar. Hemos de mirar a los demás como iguales y ver lo que podemos hacer entre todos. Pero tenemos que pasar de una sociedad que tira ahora a lo de idiota al último o que se mueran los feos, a todos incluidos. Este es un mundo de todos. Porque si tú contaminas, me perjudicas. Y si yo contamino, te perjudico. Si tú me ayudas, la vida mía será más llevadera. Es decir, es un mundo donde nos tenemos que mirar a los ojos y ayudar unos a otros y no tenemos otra salida que el humanismo. Lo contrario es la selva. Si queremos ir a la selva, pues ahí tenemos la puerta. Ya nos llevan. Pero si queremos vivir con dignidad, disfrutando de nuestra historia y de un mundo sin mucha menos contaminación, si queremos luchar contra el cambio climático, tenemos retos colectivos enormes. No podemos asumirlo de un modo individual. Yo no asumí esta recuperación a pelo y solo. Busqué quiénes podían ser mis amigos y a quién podía contagiar de mi entusiasmo. Los grandes genios del Renacimiento fueron genios porque tenían manos inteligentes y la cabeza le daba orden a la máquina. Lo dice Miguel Ángel.

¿Qué mensaje espera transmitir a aquellos que le leen por primera vez y a los que le siguen desde el principio con este nuevo trabajo?

De los vecinos de Aguilar ya no puedo esperar más. Lo han dado todo. Son copartícipes, son protagonistas conmigo de esta aventura. Cómplices necesarios. Y a los lectores, pues que si quieren tener un chute de optimismo y de mirar a la vida con alegría para ver que la vida tiene un sentido que lean esta novela. Yo tengo un principio vital, que somos lo que hacemos y tenemos lo que damos, entonces, no nos preocupemos de dar y sobre todo de dar nuestro tiempo. Yo ahora que ya voy en declive natural después de muchos años, aunque he escrito una novela con 84, miro atrás la vida y no pienso en los edificios que he hecho, ni en las caricaturas que he dibujado, ni en los premios que me han dado. Pienso en qué puedo hacer todavía mientras viva para mejorar nuestra salud.

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