El reconocido analista y consultor de empresas occidentales en Asia publica nuevo libro, ‘El calibrador de estrellas’
Conversará con los lectores en el Casino de Palencia este lunes 5 de mayo a las 19:00 horas, un acto organizado junto con CEOE y moderado por Francisco Hevia
Tras el éxito de ‘Observar el arroz crecer’, Julio Ceballos publica ‘El calibrador de estrellas’, un nuevo ensayo con el sello de Ed. Ariel (Grupo Planeta), en el que propone mirar a China no como una amenaza, sino como una fuente de aprendizaje indispensable. Frente a un Occidente en declive, aferrado a inercias y resistente al cambio, el autor plantea que comprender qué funciona en China puede ayudarnos a perfeccionar nuestro modelo democrático.
Con un enfoque pragmático, Ceballos desgrana 18 propuestas inspiradas en prácticas chinas que, sin traicionar nuestros valores, podrían fortalecer nuestras democracias, mejorar la gestión del cambio y hacernos más competitivos en un mundo cada vez más multipolar.
Con una amplia experiencia asesorando empresas occidentales en Asia, el autor ofrece una lectura optimista, realista y constructiva: aprender del éxito chino no significa imitarlo, sino incorporar herramientas útiles que refuercen nuestro propio sistema.
El autor estará en Palencia este lunes 5 de mayo a las 19:00 horas, en un acto en el Casino de Palencia organizado en colaboración con la CEOE.
¿Qué tienen en común las 18 propuestas o lecciones que propone el libro?
Son 18 “plug-ins” para actualizar Occidente. No buscan cambiar el sistema, sino mejorarlo desde dentro. Comparten tres cosas: están basadas en eficacia probada, pueden implementarse sin renunciar a la democracia y son actos de «amor propio» estratégico. Son llamadas a dejar de procrastinar el futuro y diseñarlo con visión, talento y agilidad.
¿China, competidor o maestro?
Ambos. China es el sparring que más te hace crecer. Te reta, te exige, te empuja. Pero también es el mejor maestro del siglo XXI si sabes observar con humildad. No se trata de imitar su modelo, sino de aprender de su método: obsesión por la educación, planificación largoplacista y un enfoque decididamente pragmático. Lo que funciona, se adopta.
¿Qué respuestas hay en este segundo libro que no había en el primero?
En el primero, explicaba por qué importa comprender China. En el segundo, extraigo aprendizajes útiles. El nuevo libro ya no es solo un ejercicio divulgativo y entretenido, sino una caja de herramientas. Propongo soluciones: soberanía tecnológica, reindustrialización inteligente, meritocracia sin complejos. No se trata de admirar a China, sino de ponernos a trabajar en asuntos importantes sin malgastar energías en temas anecdóticos.
¿Cuáles son las taras de nuestro sistema democrático liberal?
Ocho grandes virus: desafección, populismo, polarización, burocracia, desigualdad, pérdida de soberanía, desinformación, y mediocridad institucional. El problema no es la democracia. Es que la usamos mal. Es como tener un Ferrari y no pasar de segunda. Nuestro sistema es el mejor cuando se muestra innovador, competitivo y eficaz. Necesitamos recuperar eficacia.
¿Dónde chocan nuestros valores con las soluciones chinas?
Chocan donde más duele: en la libertad individual, el papel de la sociedad civil y el control social. Pero no todo es incompatible. Hay mucho que China puede inspirarnos: su pasión por la educación, su meritocracia sin nepotismo, su visión de largo plazo… sin renunciar a nuestros derechos individuales, nuestras libertades y nuestro estilo de vida. El truco no está en copiar el traje, sino en cortar uno a medida con su tela estratégica.
¿China, experta en reducir pobreza… por qué creemos que son ellos los pobres?
Porque seguimos mirando con lentes de los 90. Pero ese relato ya caducó. China ha sacado a 800 millones de personas de la pobreza mientras nosotros nos dormíamos en la autocomplacencia. Tienen trenes-bala que siempre llegan puntuales, ciudades que laten, y apps que resuelven en segundos lo que aquí tarda semanas. ¿Quién vive ahora en el siglo XX?
Después de 20 años, ¿todavía hay margen para que te sorprenda, China?
Cada semana. China no es un país: es un planeta, una fábrica de innovación, un laboratorio de futuro en tiempo real. Cambia, muta, escala, reacciona. Tiene claro quien es, quien ha sido y a dónde va en 50 años. Y no improvisa. Si algo me sigue sorprendiendo es su velocidad para implementar, su foco en resultados y su falta total de dogmas. Lo único constante es su obsesión por mejorar.