El etnógrafo Carlos Porro nos descubre cómo se ha pervertido el conocimiento sobre nuestras tradiciones y la cultura rural de los pueblos y comarcas de Palencia. ¿Sabemos quiénes somos? Crónica de la primera de las conferencias ‘Jornadas sobre Patrimonio en la Tradición’ en el Centro Cultural Provincial

Aida Acitores

Podríamos decir embuste, engaño, mentira, falacia, dolo, fraude o falsedad. Pero decimos ‘‘fake’’, que es la palabra de moda.

Como de moda está también lo rústico ‘‘vintage’’: ir de casa rural, tomar una cerveza artesana con un pinchito de queso ecológico, calzar botas Goretex o hacer rutas de senderismo aparcando el SUV a pie de Curavacas. Todo sano y necesario para el alma, pero con su puntito de postureo (impostura, farsa, simulación, estafa).

Lo triste, si nos paramos a pensarlo, es que nos creamos ese ‘‘fake’’ las propias personas que vivimos en el entorno natural de lo rústico. Y la cosa viene de lejos. El éxodo rural de los años 60 supuso la condena para nuestras tradiciones, a quienes dio la puntilla el relato oficial de qué es español y qué no, en tiempos de la Dictadura.

Las tradiciones se pervirtieron y manejaron a favor de un discurso homogéneo, robándole al pueblo lo que era suyo por derecho propio, y desde siempre. ¿Qué somos ahora? ¿Rústicos vintage?

«Conocer quiénes somos para saber quiénes queremos ser» es el mantra que se repite desde la Diputación Provincial a propósito del nuevo Plan de Recuperación y Difusión del Folclore Provincial, que cuenta con el asesoramiento del etnógrafo e historiador Carlos Porro y se propone ahondar en el conocimiento sobre ese patrimonio que hemos abandonado demasiado tiempo.

Carlos Porro es el impulsor de esta propuesta, como también de las distintas publicaciones que está preparando con el amparo de la Institución Provincial y otras administraciones locales, en las que recoge con pulcritud científica cuál es nuestra verdadera esencia cultural. En este contexto publicaba recientemente, por ejemplo, el libro La tradición oral en Grijota. Canciones, bailes e indumentaria.

El propio Porro era el encargado de ofrecer la primera conferencia de las ‘Jornadas sobre Patrimonio en la Tradición’ que arrancaron en marzo en el Centro Cultural Provincial y continuará los días 8, 15, 22 y 29 de abril.

Una conferencia a la que asistimos no tanto para aprender, sino para descubrir cuán ignorantes somos acerca, precisamente, de quiénes somos. Y es así como nos dimos cuenta, a través de las palabras de Porro, del enorme fake que hemos sufrido y del que, de alguna manera, estamos participando.

«Olvidamos nuestras especificidades locales a favor de una región, cuando sabemos que las manifestaciones etnográficas comienzan por lo personal y familiar». Carlos Porro

Como por ejemplo, el que pesa sobre el arquetípico folclore local: la indumentaria tradicional palentina, la jota, la música. «Olvidamos nuestras especificidades locales a favor de una región, cuando sabemos que las manifestaciones etnográficas comienzan por lo personal, para después asentarse en lo familiar, lo local o, en tal caso, lo comarcal». ¿Y lo palentino o lo castellano y leonés? ¿Qué es entonces?

Carlos Porro explica cómo era el arte pastoril tradicional en la provincia, con tallas llenas de inocencia e imaginación que poco tienen que ver con la artesanía que entendemos como rural o tradicional.

Tras el éxodo rural, la tradición se vio abocada al abandono y los objetos que la representaban, a la chatarrería. Y, como decíamos al principio, el relato del Régimen le dio la puntilla. Se prohibieron ciertas celebraciones paganas, como aquellas en torno al Carnaval, y las tradiciones como el baile en las iglesias o la participación de los hombres en los grupos de danzas. La sabiduría de los viejos fue a menudo silenciada y los 600 cargados de maletas hacia Madrid o Bilbao dejaron atrás todo lo que representara al pueblo.

«En los años 80, con la llegada del Estado Autonómico, surge la necesidad de crear una identidad de región», explicaba Carlos Porro en su conferencia. Una identidad que se construye desde los despachos de las ciudades, «sobre formas genéricas y desde un punto de vista externo y amplio, sin tener en cuenta lo local». En la Región de Murcia, cita Carlos Porro, los músicos de los pueblos llegaron a emitir quejas formales al gobierno autonómico de la «apropiación indebida» de sus músicas y bailes a favor de la creación de una identidad regional.

En toda España aparecen grupos de música folk y de danzas regionales que, de alguna manera, asimilan esos «testimonios falsarios frente a la documentación real o cercana que después se iría documentando, y que poco o nada tiene que ver con lo que entonces se mostraba como palentino, o soriano, o leonés». La uniformidad termina devorando esa riqueza tradicional, para crear «un folclore provincial de cara a los escenarios». Afortunadamente, algunos investigadores advirtieron el engaño a tiempo. Porro cita en su discurso, por ejemplo, el legado de José María Silva o la documentación fotográfica de Gonzalo Alcalde. Y reconoce que ciertos autores de décadas anteriores preservaron la tradición en aras de aquella construcción identitaria, recogiendo por ejemplo las músicas que hoy reconocemos como palentinas: desde Andrés Moro hasta Luis Guzmán o su hijo Antonio Guzmán Ricis, autor del Himno a Palencia.

Gracias a esa labor, es posible todavía hoy continuar descubriendo quiénes somos, más allá de los arquetipos, algo que solo puede hacerse mediante «una vuelta a lo local y a lo cercano». Y este es el objetivo de unas jornadas que reúnen en el Centro Cultural Provincial a investigadores, músicos y etnógrafos que han salido del despacho para regresar a los pueblos, como el propio Porro.

¿Y qué ocurre hoy?

Las tradiciones que han pervivido se han convertido en un espectáculo que se antoja exótico aun siendo propio. «Llega la fiesta del pueblo y recorremos la procesión aprisa para tomar después el vermú», ejemplifica Porro, y se nota que su auditorio esconde sonrisas cómplices tras las mascarillas. Ahora, la tradición no es más que un show encasillado en la categoría de ocio y entretenimiento. «Somos espectadores de nuestra propia tradición». Y eso es nuevo.

«A los jóvenes se les hacía partícipes de la tradición cuando tomaban el testigo de los rituales». Ellos se convertían en los danzantes, cofrades o quintos, y a cambio el pueblo les invitaba a comer, les pagaba una propina o les cedía un local para ensayar. Un viejo le contó a Carlos Porro una vez: «Cuando éramos jóvenes nos divertíamos muchísimo, pero también teníamos que divertir a los mayores. Y ahora, a mí los jóvenes no me divierten».

La pérdida de los pequeños detalles hace agonizar el legado que aún nos queda. Desde los rituales de preparación de las imágenes en las procesiones, o de los animales en la fiesta de San Antón en Fuentes de Nava, por ejemplo. Elementos que «forman parte de esa gran riqueza de expresiones. Y cuando no reconocemos tal riqueza, perdemos elementos de referencia e identidad».

Los perdemos y, sin embargo, los sustituimos por el gran fake. Como cuando en un pueblo se derriba una casa de adobe y se construye otra en estilo rústico convencional: marrón, con ventanas cuadradas enmarcadas por toscos dinteles de madera. Y una aldaba de hierro comprada en el bazar chino o en Leroy Merlín.

La arquitectura popular de nuestros pueblos, sin embargo, nada tiene que ver con eso. Ni siquiera tiene nada que ver entre sí, pues existen notables diferencias entre la Casa Torcida de Saldaña y los soportales de Ampudia, o una casona con cuadra en El Cerrato, por ejemplo. Entre otros elementos, se pierden los zaguanes empedrados con motivos milenarios que evocan las domus romanas, para sustituirlos por cemento y gres estilo rústico.

La Plaza Vieja de Saldaña conserva elementos de la arquitectura tradicional de la comarca

Y lo mismo ha sucedido con la música, la danza, los rituales… «Con la refolclorización, hemos dejado de reconocer el elemento real. Es necesario revisar todos esos elementos tradicionales antes de que los perdamos».

La respuesta está muy cerca: en nuestros pueblos. «Los propios vecinos son los portadores y propietarios por derecho de ese referente inapropiado indebidamente, volviendo al ejemplo murciano». Portadores de una tradición que representa, en el fondo, la verdadera estructura de quienes somos.


Jornadas sobre Patrimonio en la Tradición

El ciclo de conferencias ‘Jornadas sobre Patrimonio en la Tradición’, organizado por la Diputación de Palencia en el marco de la Escuela de Folclore, Música y Danza Tradicional, comenzó en marzo con el estreno del documental ‘Tierra de Afán’ producido por el cineasta palentino y columnista de PaCO Magazine Miguel Sánchez –y que puedes ver íntegramente sobre estas líneas– y continuó en marzo con la conferencia de Carlos Porro, cuya crónica te acabamos de contar.

El ciclo continúa el 8 de abril con el músico y etnógrafo madrileño Marcos León y la conferencia ‘La tradición a examen. ¿Qué hacemos con los trajes regionales?’, para proseguir el día 15 con el músico también Madrileño Luis Valera, que hablará sobre ‘Los repertorios de canto y el folklore musical: herencia y situación actual’.

El día 22 protagonizará la sesión Alfredo Ramos, dulzainero y profesor de la Escuela Municipal de Cuéllar (Segovia), quien pronunciará la conferencia ‘La dulzaina como representante de la tradición: la transmisión y la enseñanza reglada’.

Por último, Carlos del Peso, titular de la Coordinadora de Danzantes y profesor en el Campus de Palencia de la UVa, clausurará el ciclo con su conferencia ‘Códigos de interpretación de la indumentaria tradicional en Palencia’.

Todas las sesiones se celebrarán de manera presencial en el Centro Cultural Provincial con limitación de aforo, por lo que se requiere inscripción gratuita en el teléfono 979 71 51 00, extensión 7013.

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