Los equinos más representativos de los vacceos eran venerados en la guerra y en el circo por los romanos, por su inteligencia, fuerza y valor. Se dice, incluso, que Aníbal se los llevó para su ejército
Los romanos los mitificaron como los “hijos del viento”
¿Alguna vez has pensado en la historia que yace bajo tus pies en un lugar como Saldaña? No es solo una historia de romanos o castillos medievales. Mucho antes, hubo un pueblo valiente, los vacceos, y un caballo extraordinario que fue su compañero inseparable: el caballo thieldón. Hoy, este noble animal renace como el emblema de Saldaña, invitándonos a desenterrar un pasado lleno de batallas, mitos y una curiosa forma de andar que aún resuena en el Nuevo Mundo.
Así eran los thieldones, los caballos vacceos que conquistaron el imperio romano, venerados en la guerra y en el circo, hasta convertirse en un símbolo que perdura hasta nuestros días.
Un caballo con un andar único
Imagina un caballo que, al caminar, no mueve las patas en diagonal, como la mayoría, sino las dos del mismo lado a la vez, como una jirafa. Ese es el “paso portante en ambladura”, la característica más distintiva del thieldón.
Escritores romanos como Vegencio y Varrón lo llamaban “tolutin ambulare” (corriendo con ligereza), y Plinio, “tolutin ire” (al trote). Este andar tan particular no era solo una excentricidad; era increíblemente cómodo para el jinete, provocando un suave balanceo similar al del dromedario.
Pero, ¿de dónde venía este peculiar caballo? Su origen se remonta a las estepas asiáticas, donde fue domesticado hace unos 5.000 años. Adaptados a climas extremos y a una dieta escasa, estos caballos sobrevivieron a los cambios geológicos que terminaron con otras especies. El thieldón, con su característica silueta “tarpánica”, es un descendiente de estos equinos salvajes.
Físicamente, los thieldones eran caballos de tamaño medio, algo desgarbados, con una cabeza grande de perfil recto, patas delgadas y cascos grandes. Su capa era oscura (“atabanada”) con pintas blancas en los ijares y el cuello.
El tesoro más valioso de los vacceos
Los thieldones eran, mayoritariamente, los caballos del pueblo vacceo. Los vacceos, considerados por Diodoro como el pueblo más culto de la Celtiberia, habitaban una vasta región que hoy incluye Saldaña y gran parte de Castilla y León. Para ellos, el caballo era su bien más preciado, fundamental en la labranza, el transporte, la guerra, los rituales y hasta como alimento. Incluso se han encontrado pequeñas cabezas de caballos, posiblemente exvotos rituales, en yacimientos vacceos como Tariego.
La caballería vaccea era legendaria. Se dice que Aníbal se llevó 12.000 caballos con sus jinetes de estas tierras para vencer a los romanos. Los romanos se quedaban asombrados por su velocidad y belleza, y no era raro que fueran llevados a Roma para exhibirlos en el circo, donde cosechaban éxitos y galardones. Tal era su fama, que los romanos los mitificaron como “hijos del viento”, creyendo que las yeguas eran fecundadas por el viento Favonio, dando lugar a potros rapidísimos que, aunque solo vivían tres años, parecían concebidos por el propio aire.
Estos caballos eran sometidos a un entrenamiento riguroso, especialmente en el arte de la guerrilla. Se les enseñaba a escalar montañas, a ocultarse con el jinete flexionando las patas, a lanzar ataques sorpresa y a desaparecer velozmente. Esto permitía a los jinetes vacceos operar con las manos libres para el arco y las flechas o la jabalina y el escudo, ya que el caballo respondía ciegamente a las órdenes dadas con la rodilla, el muslo y la voz del jinete, sin necesidad de bocado, espuelas o riendas, que apenas existían o eran poco comunes en los yacimientos. Incluso lograron victorias espectaculares “sin jinete”, como la vez que los caballos de la ciudad vaccea de Intercatia, al encontrar las puertas cerradas, aterrorizaron al general romano Lúculo y lo hicieron retirarse.
Sin embargo, a pesar de su preparación, no estaban exentos de miedo. Una curiosa historia relata cómo, en una batalla contra los numantinos, tanto los jinetes celtíberos como sus caballos huyeron despavoridos al ver elefantes por primera vez en combate.
La huella del Thieldón en la historia y el Nuevo Mundo
Con el fin de las Guerras Celtibéricas, muchos thieldones pasaron a formar parte de las legiones romanas, mientras que otros se asilvestraron o se unieron a sus “hermanos” los asturcones en el norte peninsular. Durante la Edad Media, el thieldón mantuvo su fama en Europa por su paso portante, llegando a ser conocido en Alemania como “zelter”.
Pero quizás la historia más sorprendente del thieldón es su viaje a América. Los Reyes Católicos, y luego Carlos I, regulaban estrictamente la cría y venta de caballos. Fueron precisamente los caballos castellanos, muchos de ellos descendientes directos de los thieldones de la yeguada de Valdeburón (cercana a los Picos de Europa) y que aún conservaban su peculiar paso portante, los que Cristóbal Colón llevó en su segundo viaje para repoblar el Nuevo Mundo.
En el aislamiento de América, los genes de estos caballos se conservaron, manteniendo viva la hermosa forma de caminar en ambladura. De hecho, la raza Paso Peruano, que hoy existe en el Altiplano de Perú, es el más claro ejemplo de esta herencia, conservando el paso portante en ambladura como una “tradición secular heredada […] del inolvidable caballo thieldón vacceo”, según publica el investigador especializado Restituto Blanco Ordás en su artículo La trayectoria del Caballo Vacceo. Los caballos traídos por los conquistadores fueron tan cruciales que, como Hernán Cortés relató, “no teníamos otra seguridad después de Dios que los caballos”. La influencia del thieldón se puede ver incluso en el famoso Mustang salvaje, cuyo nombre deriva del español “mesteño”.
Saldaña: La Morterona y el resurgir del Thieldón
Hoy, el pueblo palentino de Saldaña rinde homenaje al caballo Thieldón, como corazón del territorio vacceo. El yacimiento de La Morterona, cerca de Saldaña, ha sido un importante núcleo celtíbero desde la Segunda Edad del Hierro.
Ahora, este lugar estratégico se ha convertido en el hogar de un nuevo icono: los “Caballitos de Saldaña”. Una imponente obra escultórica de seis metros y medio de altura y seis toneladas de peso, que domina el paisaje desde el nuevo mirador turístico de La Morterona. Esta escultura, descubierta originalmente en 1944, representa de forma esquemática a los “thieldones vacceos”, las figuras guerreras del siglo II a.C.. Es una reinterpretación artística que se ha convertido en el nuevo emblema visual de Saldaña, rescatando del olvido una parte fundamental de su identidad prerromana.
https://www.palenciaenlared.es/los-thieldones-de-saldana-ya-se-asoman-a-toda-la-tierra-que-bana-la-luz-sobre-el-carrion/
Así, al visitar el Mirador de La Morterona y contemplar la escultura de los thieldones, no solo es posible disfrutar de unas vistas impresionantes del valle del Carrión, sino que también te sumerges en una historia milenaria.
Es una oportunidad única para conectar con los vacceos, entender la importancia de sus caballos y ver cómo el legado de estos animales legendarios perdura desde las antiguas estepas hasta las pampas americanas, y ahora, en el mismo corazón de Saldaña.







