Mar Romera ha visitado Palencia esta semana para impartir talleres en varios colegios y ofrecer la conferencia “Educación emocional y emocionante” en el Teatro Principal. En esta entrevista con la referente nacional e internacional en educación tratamos diferentes temas como qué significa ser maestra hoy en día, el acoso escolar, el uso de la inteligencia artificial o cómo nos ha afectado la pandemia
Para empezar, ¿cómo definirías qué significa ser maestra a día de hoy?
“Una aventura. Ser maestra y trabajar con la infancia, porque hay maestros y maestras de muchas cosas, pero maestra, ubicándome en infancia y en educación obligatoria (de los 0 o 2 a los 16 años) es una aventura. Y las aventuras solo están pensadas para valientes.
Y los valientes no son los que actúan sin miedo, sino los que actúan con miedo. Ése es el valiente. Ser maestro o maestra hoy es la oportunidad de la infancia. Un maestro o maestra puede ser la única segunda oportunidad de un niño. Y el futuro no está, o no debería estar, en las mascotas. El futuro está en la infancia”.
¿Es más difícil ejercer la docencia hoy que antes?
“Cada contexto y cada etapa histórica tiene sus dificultades. A pesar del pesimismo, a pesar de las noticias, a pesar de la guerra, a pesar de las pateras, incluyendo pandemias… estamos en el mejor momento de la historia. Y esto requiere una exigencia mayor y requiere una adaptación mayor. ¿Qué sucede? Que la sociedad no es capaz de adaptarse a los cambios tan rápidos que se están produciendo. De ahí la dificultad de ser maestro.
Porque el maestro o maestra no enseña lo que sabe, enseña lo que es. No entrena, educa. El maestro se enseña a sí mismo y no solo enseña lo que sabe, que eso es secundario, sino que enseña lo que es.
La dificultad de ser maestro o maestra hoy en día viene por aquí. No viene porque los niños o niñas sean mucho más difíciles que en otra etapa. Viene por los adultos, sabiendo que la puerta del cambio solo se puede abrir desde dentro”.
¿Qué cualidades debería reunir un docente a día de hoy?
“Tendrían que ser tantas como que tendría que ser el adulto, hombre o mujer, más equilibrado del planeta Tierra, porque debe constituirse como referente de un grupo de peques y lo van a aprender a él o a ella.
Pero yo me atrevería a reducirlo a dos: compasión con ‘M’ y ‘con pasión’ con ‘N’. Desarrollar una profesión en la que esto va de generosidad, de amor y, por supuesto, desarrollar una profesión que va de vocación, pero profesionalizada. No me vale solo la vocación. Aquí hay que estudiar, hay que estar al día, hay que estar preparado y hay que ser una persona culta.
No podemos tener un profe que no lee. No podemos tener un profe que no escucha música. No podemos tener un profe que no tiene referentes profesionales y personales en su propia vida, que no se hace preguntas y que no amplía su vocabulario cada día…”
¿Cómo ves la llegada de la inteligencia artificial a las aulas y a los hogares?
“Lo primero de todo es que quienes tienen que aprender a utilizarlas de manera responsable somos los adultos. Todo lo que te pasa ahora a lo largo del día está relacionado con la IA. Entrenar, aprender para que esto nos lleve a trabajar menos y con mayor calidad, porque lo que ocurre en el aula no es fruto de lo que sucede en el aula, sino de lo que se prepara para que suceda en el aula. Y ahí todos los recursos de Inteligencia Artificial generativa, bien utilizados, son maravillosos. Ahora bien, de cara a la educación obligatoria, hasta bien entrada la Educación Secundaria, esto no es una herramienta para el peque, porque la herramienta verdadera para el peque es el entrenamiento en el pensamiento crítico. El objetivo de la escuela del siglo XXI no es aprender a contestar, es aprender a preguntar…”
En las últimas semanas se ha conocido el caso de una niña en Sevilla que se quitó la vida por acoso escolar. ¿Qué se está haciendo mal en el sistema para que un menor llegue a sentirse así? ¿Cómo podemos ayudar?
“Lo primero de todo es que no voy a opinar sobre este tema porque lo primero que tendríamos que hacer, desde una sociedad responsable, es no convertir en noticia amarilla un tema tan difícil dentro de la infancia. Por tanto, en lo que es la opinión en relación al tema, por supuesto que no lo voy a decir. Primero quiero que esto quede en constancia de lo que estoy diciendo, porque ahora está “la culpa del cole, la culpa de la niña, la culpa de la que acosa, la culpa del que pasaba por allí, o la culpa del viento”… No, no, este no es el tema. No estamos bien.
Y no estamos bien como sociedad a nivel de equilibrio emocional, salud mental… Somos el país del mundo número uno en bullying y no decimos nada.
Cuando tenemos un porcentaje de fracaso por encima del 40% en los diferentes niveles de la educación obligatoria, y nos callamos. Cuando tenemos una provisionalidad en los claustros impresionante. Cuando tenemos el número de bajas por inestabilidad emocional y problemas de salud mental de los más grandes de todas las profesiones…
Claro que tenemos dificultades, claro que tenemos problemas, claro que hay que trabajar el equilibrio y el desarrollo emocional en la escuela, por supuesto que sí. Es que igual hemos perdido el sentido de la escuela. Y la escuela que sigue empeñada en enseñarnos a leer, tendría que pararse y enseñarnos a vivir; subir el nivel de cultura de la escuela, subir el nivel de equilibrio emocional en la escuela, y entender que la escuela es el lugar de cuidar y ser cuidado.
Es el lugar de ocuparnos de los otros, y de que se ocupen de nosotros. Y es el lugar donde puedo encontrar la tribu, para tener un sentido de pertenencia, que es lo que hemos perdido en nuestros días”.
¿Cómo se puede avanzar hacia esa escuela que propones?
“Yo he diseñado un modelo educativo, que es ‘Educar con tres C: Capacidades, Competencia y Corazón’, en la casa, en el cole, y en la ciudad o la comunidad, y con los medios de comunicación. ¿Este es el único modelo educativo que puede ser válido? No, es que para mí es el mejor, porque he tardado 30 años en trabajar este modelo educativo, donde existe la respuesta a cada uno de los elementos que suceden en el sistema.
Pero a modo global te diría que no va de innovación, va de transformación gradual. Tenemos una escuela basada en asignaturas. Esta escuela disciplinar, por asignaturas, tiene que ir evolucionando hacia lo transdisciplinar.
Tenemos una escuela obligatoria basada en calificaciones. Esta calificación debe evolucionar hacia la autoevaluación. Y la autoevaluación es que tú seas consciente de cuáles son tus fortalezas, tus debilidades y dónde va a ser el lugar en el que vas a poder fluir de una manera mucho mejor.
Es una escuela absolutamente disciplinar y disciplinaria y tiene que pasar del control a la libertad y el respeto y, por supuesto, lo que sería la confianza. Es una escuela que se basa en descompartimentalizaciones sesgadas y una estructura estandarizada de la enseñanza.
Los estándares están haciendo flaco favor, yo diría agujeros por los que se nos está sangrando el sistema, que no tienen sentido. Necesitamos pasar de esa escuela estandarizada a una escuela personalizada y son fundamentales los equipos directivos profesionales”.
A menudo las familias priorizan las notas sobre el bienestar. ¿Cómo se las convence de que sentirse bien también influye en aprender mejor?
“De entrada, los referentes familiares y de manera normotípica son quienes más quieren a sus hijos. El tema es que tienen miedo. Y tienen miedo a que la escuela haga de filtro para infravalorar y tirar a la cuneta a los que no son válidos. Y en este enfoque no confían en la escuela.
Por eso, de lo que se trata es de establecer relaciones de confianza en los contextos. Permitir que las familias entren dentro de las aulas. Entrenarlas y educarlas para que entren dentro de las aulas. Porque no estamos en equipos enfrentados. Somos del mismo equipo. Tenemos los mismos objetivos. Y querer a los peques por quiénes son y no por lo que hacen se puede convertir realmente en el proceso de encuentro y de convivencia”.
La pandemia cambió muchas cosas. ¿También la forma de enseñar o la sensibilidad hacia lo emocional?
“Hemos ido a peor y ya se nos ha olvidado. Te puedo decir que los pequeños que están ahora en la etapa de Infantil y que son hijos de la pandemia están todavía más dolidos y, quizás, si me apuras, mucho más sesgado su proceso de estimulación, porque vivieron unos momentos en los que nos escondimos todos y todas. Pero la pandemia no ha servido absolutamente de nada. Sí, para empeorar determinadas cosas. Hay colegios, hay centros educativos, que en el momento pandemia pusieron los pupitres individuales y se les ha olvidado quitarlos todavía”.
¿Qué esperas que se lleve el público de Palencia tras escucharte?
“Que se lleven muchas preguntas, las ganas de comerse el mundo educativo y de cambiarlo todo a mejor… por lo menos al día siguiente. También la ilusión y la posición de tener los pies en el suelo y la cabeza en las estrellas, siendo optimistas con la visión de que la clave de casi todo está en la Convención Internacional de los Derechos de los Niños y de las Niñas”.








