El barrio de San Antonio, situado cerca del río Carrión y conocido tradicionalmente como La Carcavilla, tiene sus orígenes en las primeras décadas del siglo XX
Según recogía el periodista José Luis de Román, en su especial semanal de fin de semana en el decano de la prensa El Diario Palentino, allá por el año 1992, este barrio comenzó con un pequeño núcleo de casas de planta baja, levantadas en las inmediaciones de las Eras de Santa Marina. Sin embargo, su desarrollo más significativo llegó en los años cuarenta, con la instalación de la fábrica Electrólisis del Cobre, que marcó su crecimiento y evolución.
La industria que dio vida al barrio
La Electrólisis del Cobre, fue empresa impulsada por capital barcelonés, que se estableció en Palencia debido a la cercanía de la Fábrica de Armas Santa Bárbara. Esta última suministraba vainas de munición recicladas, que servían como materia prima para la producción de cobre electrolítico. Según testimonios de la época, algunos militares vinculados a Santa Bárbara también trabajaban en la Electrólisis, lo que generó irregularidades en la gestión de los residuos. Cuando estas prácticas salieron a la luz, se produjeron cambios en la dirección y en el sistema de subastas de los desechos, lo que afectó a la rentabilidad de la fábrica.
A pesar de estos problemas, la Electrólisis llegó a emplear a más de 300 trabajadores en su mejor época. En 1985, la plantilla se había reducido a 260 empleados, y en 1987, la empresa quebró. Posteriormente, las instalaciones pasaron a operar bajo el nombre de Palentina del Cobre.
La fábrica fue un motor económico para el barrio, pero también una fuente de contaminación. Los vecinos vivieron durante décadas entre la necesidad de conservar los puestos de trabajo y las protestas por los efectos negativos de la actividad industrial en el entorno.

El crecimiento urbano y la llegada de nuevos servicios
Además de la industria, otros hitos contribuyeron a la consolidación del barrio. En 1960, el Ayuntamiento cedió terrenos del antiguo campo de fútbol San Antonio (que había sido sustituido por La Balastera en 1943) para la construcción de la Escuela Normal de Magisterio y sus colegios de prácticas. En otra parte de los terrenos, en la confluencia de las avenidas Simón Nieto y de Asturias, se levantan las viviendas municipales, en cuyos bajos se instalan un cuartel y cocheras. En esa época se inicia la urbanización general del barrio y la acometida de los distintos servicios públicos. En 1961 se realiza la iluminación de las principales calles. La línea del autobús urbano, que daba la vuelta en Simón Nieto, se alarga hasta el final de La Carcavilla.
La identidad del barrio hoy
Aunque el nombre oficial es San Antonio, muchos palentinos siguen refiriéndose a esta zona como La Carcavilla, un topónimo que ha resistido el paso del tiempo. La iglesia de San Antonio, la Escuela Normal y los vestigios de la antigua actividad industrial forman parte de la memoria colectiva del lugar.
Principales preocupaciones de la Asociación de Vecinos en el año 1992
Una entrevista concedida en 1992 por Yolanda Fraile, entonces presidenta de la Asociación de Vecinos de San Antonio, al periodista José Luis de Román, revela las preocupaciones vecinales que había hace 33 años en el barrio. El Plan General de Ordenación Urbana centraba las principales quejas. Fraile alertaba que convertir la calle San Antonio en vía de tránsito para el enlace entre la avenida de Asturias y la carretera de León “encasillaría al barrio y lo colapsaría de tráfico”. Los vecinos presentaron alternativas, criticando que el Ayuntamiento no les consultó.
Otro punto conflictivo era la permisividad para edificar 5-6 alturas en la calle San Antonio, cuando los residentes consideraban más adecuadas 3-4 plantas.
La contaminación de la Electrólisis del Cobre (entonces ya reconvertida en Palentina del Cobre) era otro grave problema. “Que la quiten, sin que los trabajadores pierdan su empleo”, exigía Fraile, destacando el grave impacto de la polución. El parque de la Carcavilla era descrito como “un sitio desolado, sin árboles y con mala fama dentro del barrio”, donde las madres no dejaban ir solos a los niños por el peligro del tráfico en la avenida de Asturias.
Pese a los problemas, los talleres vecinales eran un éxito, fomentando la convivencia con alta participación. “Si cada vecino se aísla, no se consigue nada”, afirmaba la presidenta vecinal.
Hoy, el barrio es una mezcla de tradición y cambio, donde conviven viviendas antiguas con zonas renovadas. Aunque la Electrólisis ya no es lo que era, su historia sigue viva en el recuerdo de quienes vivieron su época de esplendor.