Villamartín de Campos convierte la memoria agraria en una exposición única de miniaturas

Maquetas de tractores y maquinaria agrícola en una exposición
Una vista de la exposición de miniaturas agrícolas en Villamartín de Campos. / Lucía Burón (ICAL)

Cuatro jóvenes coleccionistas recrean a escala el corazón rural de Tierra de Campos en una muestra que ya es referencia navideña y cultural en la provincia palentina

Jesús García-Prieto / ICAL

Durante algo más de un mes, la localidad palentina de Villamartín de Campos deja de ser únicamente uno de los muchos pueblos que salpican la inmensa llanura cerealista de la Tierra de Campos para convertirse en un punto de peregrinación singular. No hay romerías ni grandes conciertos, tampoco ferias multitudinarias. Lo que atrae a visitantes de dentro y fuera de la provincia es algo mucho más silencioso, minucioso y sorprendente. Se trata de una exposición de miniaturas agrícolas y ganaderas que, en apenas sesenta y seis metros cuadrados, condensa siglos de trabajo, tradición y vida rural.

La nave municipal de usos múltiples acoge estos días una muestra que no deja indiferente a quien cruza su puerta. Allí, sobre grandes plataformas perfectamente organizadas, se despliega un universo a escala 1:32 en el que tractores, cosechadoras, remolques, animales, naves ganaderas y campos de cultivo recrean con un nivel de detalle asombroso las labores del campo tal y como se viven, y se han vivido, en esta comarca. No es una exposición estática ni fría: es un relato visual del mundo agrario, contado pieza a pieza, escena a escena.

Villamartín de Campos acoge su 4ª Exposición de Miniaturas Agrícolas con más de 300 maquetas

Detrás de esta propuesta se encuentran cuatro jóvenes coleccionistas y maquetistas: Fran García, Víctor León, Carlos Martín y Jorge Ibáñez. Cuatro trayectorias distintas, unidas por una afición común que con el paso de los años se ha convertido en un proyecto colectivo sólido y reconocido. La exposición de Villamartín de Campos cumple ya su cuarto año, una cifra que no solo habla de continuidad, sino de crecimiento y consolidación.

Miniaturas de ovejas y tractores en una exposición agrícola en Villamartín de Campos
Villamartín de Campos presenta una exposición única de miniaturas agrícolas y ganaderas. / Lucía Burón (ICAL)

La idea surgió, como ocurre a menudo con las mejores iniciativas, de una manera sencilla. Cada uno de ellos atesoraba en casa una colección importante de miniaturas agrícolas. Tractores, aperos, remolques y maquinaria que, con el tiempo, dejaron de ser simples objetos decorativos para convertirse en pequeñas piezas de un relato mayor. “Tenerlas en casa, en una estantería, para que solo las vea uno mismo, al final sabe a poco”, explica Víctor León, agricultor y uno de los impulsores de la muestra. “Pensamos que sería bonito que lo pudiera disfrutar más gente”.

A esa idea se sumó pronto otro ingrediente fundamental como es el gusto por montar, crear y modificar. Porque muchas de las piezas que se exhiben no son simples modelos comprados y colocados, sino maquetas intervenidas, personalizadas o directamente fabricadas desde cero mediante impresoras 3D. El resultado es una colección viva, en constante evolución, que cada año incorpora novedades y mejoras.

Maqueta de un dron sobre un paisaje agrícola en miniatura
Una exposición de miniaturas agrícolas recrea la vida rural en Villamartín de Campos. / Lucía Burón (ICAL)

Uno de los grandes atractivos de la exposición es su alto nivel de detalle. Más de trescientas maquetas componen el conjunto, distribuidas en escenas que recrean distintas labores del campo a lo largo del año agrícola. Desde el arado inicial hasta la siega y la cosecha, pasando por el crecimiento de cultivos como el cereal, la remolacha, el girasol o las plantas aromáticas, todo está representado con una fidelidad que sorprende incluso a quienes conocen bien el sector primario.

No faltan tampoco las instalaciones ganaderas. Granjas de vacas, corrales de ovejas, naves de pollos o patos completan un paisaje que resulta tan familiar como evocador para los habitantes de la comarca. Cada animal está colocado con intención, cada edificio responde a una lógica funcional, y cada escena parece capturar un instante real del día a día rural.

El visitante atento descubre pronto que nada está puesto al azar. Los caminos, los campos, las parcelas y las construcciones guardan coherencia entre sí. La exposición se concibe como un gran conjunto interconectado, una especie de maqueta continua que recuerda a los grandes dioramas ferroviarios, pero aplicada al mundo agrícola. “Es como una plataforma enorme donde todo va enlazado”, resume Víctor León.

Gran parte del realismo de la muestra tiene que ver con el vínculo directo que varios de sus creadores mantienen con la agricultura. Víctor León, por ejemplo, es agricultor y conoce de primera mano la maquinaria, los ritmos y las exigencias del trabajo en el campo. Ese conocimiento se traslada de manera natural a las maquetas.

Exposición de miniaturas agrícolas en Villamartín de Campos con maquetas detalladas.
Villamartín de Campos presenta una exposición única de miniaturas agrícolas. / Lucía Burón (ICAL)

Su afición al maquetismo comenzó durante la pandemia, cuando el tiempo y las circunstancias invitaron a buscar nuevas formas de entretenimiento. La compra de una impresora 3D abrió un abanico de posibilidades, no solo coleccionar, sino crear. “Empecé a modificar las maquetas para que se parecieran a lo que yo tengo de verdad”, explica. “Entonces es cuando comencé a escalar piezas, tomar medidas, ajustar proporciones…”, todo un proceso casi artesanal que culmina en modelos únicos.

Entre todas las creaciones, hay una que destaca por su carga emocional. Se trata de una cosechadora fabricada desde cero que reproduce la primera máquina que tuvo su padre. “No existía en miniatura, así que tuve que diseñarla y construirla pieza a pieza con la impresora 3D”. El resultado no es solo una maqueta más, sino un homenaje familiar y una muestra de cómo la exposición trasciende lo meramente visual para convertirse también en un ejercicio de memoria personal y colectiva.

Aunque cada uno de los cuatro coleccionistas aporta sus propias piezas y habilidades, el montaje de la exposición es un trabajo totalmente compartido. No hay jerarquías ni roles rígidos. Todos participan en la colocación de caminos, edificios y escenas, aportando ideas y consensuando decisiones. “Cada uno dice ‘aquí esto quedaría bien’”, explica León. El conocimiento mutuo de las colecciones de cada uno facilita el proceso y hace que el conjunto fluya con naturalidad. “Al final casi siempre nos ponemos de acuerdo, porque Carlos y yo somos de Villamartín y somos amigos desde que éramos niños. A Fran y a Jorge les hemos conocido después a través de las maquetas. Uno es de Palencia y otro es de Grijota”, explica Víctor.

Además, la exposición no es algo cerrado una vez inaugurada. A lo largo de los días van apareciendo nuevas maquetas, se mueven otras, se ajustan escenas. Los visitantes habituales lo notan y lo agradecen. “Hay gente que vuelve y nos dice que tal o cual pieza no estaba con anterioridad y se llevan una grata sorpresa”, comenta el maquetista. Esa sensación de cambio constante invita a revisitar la muestra y refuerza su carácter dinámico.

Aunque podría pensarse que una exposición de miniaturas agrícolas está dirigida principalmente a niños o a aficionados muy concretos, la realidad es bien distinta. Según los organizadores, el público adulto disfruta incluso más que los pequeños. Quizá porque reconoce en esas escenas fragmentos de su propia vida, recuerdos de infancia o imágenes cotidianas del entorno.

Los niños, por su parte, encuentran un atractivo añadido en los pequeños juegos que se proponen durante la visita. Uno de ellos consiste en localizar un “marciano” escondido entre las maquetas. Quien lo encuentra recibe un premio, una forma simpática de fomentar la observación y de implicar al público más joven en la experiencia.

Además, la exposición se integra de manera natural en el ambiente navideño, cuando muchas familias regresan al pueblo o aprovechan las vacaciones para realizar visitas culturales. No es extraño ver a abuelos explicando a sus nietos cómo se araba antes o qué función tiene cada máquina, estableciendo un diálogo intergeneracional que da aún más sentido a la muestra.

El proyecto no sería posible sin el apoyo de diversas entidades. Los ayuntamientos de Villamartín de Campos y Grijota colaboran activamente, facilitando espacios y recursos. A ellos se suman patrocinadores y colaboradores que contribuyen con productos y regalos para los sorteos que se realizan durante la exposición.

Entre ellos destaca ASAJA-Palencia, que recomienda visitar la muestra y respalda una iniciativa que pone en valor el sector primario desde una perspectiva cultural y divulgativa. “Al final lo que quiere la gente es que la gente se mueva”, señala León, consciente de que este tipo de actividades dinamizan el medio rural y atraen visitantes.

Y es que la procedencia del público es cada vez más diversa. A lo largo de estos días han pasado por la nave municipal personas llegadas de distintos puntos de España, incluso de lugares tan lejanos como Málaga. Ese intercambio de impresiones y miradas externas refuerza la idea de que lo local, cuando se muestra con cuidado y autenticidad, puede tener un atractivo universal. “de momento estamos teniendo más visitas que el año pasado y el boca a boca nos ayuda mucho”, argumenta Víctor.

Horarios

La exposición abre al público los viernes de 17.00 a 20.00 horas y los sábados y domingos en horario de mañana y tarde, de 11.00 a 14.00 y de 17.00 a 20.00 horas. Pero más allá de estas franjas, los organizadores se muestran dispuestos a concertar visitas fuera de horas, siempre que sea posible.

Esa flexibilidad es otra muestra del carácter cercano y vocacional del proyecto. No se trata solo de mostrar maquetas, sino de compartir una pasión y de explicar, si hace falta, cada detalle con calma. “Si estoy por el pueblo y viene un grupo grande, voy y les abro”, comenta León con la naturalidad de quien está orgulloso de mostrar su día a día como ganadero.

Con cuatro ediciones a sus espaldas y una afluencia de público creciente, la pregunta sobre el futuro resulta inevitable. La idea de una quinta exposición ya está sobre la mesa, aunque todo dependerá del tiempo disponible. No hay que olvidar que los cuatro organizadores son agricultores o están vinculados de alguna manera al sector, y las campañas mandan. “Cuando toca trabajar, hay que marchar”, reconoce León.

Aun así, el balance es claramente positivo. El esfuerzo se ve recompensado por la reacción del público. “Luego da gusto ver la cara de la gente”, afirma. Ese orgullo compartido es, probablemente, el mayor motor para seguir adelante.

Más allá de su indudable atractivo visual, la exposición de miniaturas de Villamartín de Campos cumple una función cultural de primer orden. En un contexto en el que el mundo rural a menudo se simplifica o se desconoce, esta muestra ofrece una mirada respetuosa y detallada sobre la realidad del campo. No idealiza ni caricaturiza, la muestra. Cada tractor en miniatura, cada surco perfectamente trazado, cada granja cuidadosamente dispuesta habla de un modo de vida que sigue siendo esencial. Al reducirlo de escala, lejos de restarle importancia, se invita a observarlo con más atención.

Villamartín de Campos demuestra así que la cultura no siempre necesita grandes museos ni presupuestos millonarios. A veces basta con pasión, trabajo en equipo y un profundo amor por la tierra para crear algo que, aunque pequeño en tamaño, resulta enorme en significado.

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