Kate Middleton y el circo mediático

‘Renfe’ contigo

Tengo que confesarles que andaba yo estos días intentando encontrar un tema del que hablarles pero no se me ocurría nada. ¿Cambio climático, ola de calor, incendios varios?
Pues no, ni incendios, ni inundaciones, ni catástrofes del mundo. Renfe señores, hoy les hablo de la página web de Renfe.
De todos es conocido lo mal que funciona Renfe en la red pero se supone que la mejoraron hace un par de años.
Pues aquí la susodicha lleva intentando comprar un par de billetes dos horas y todavía no he sido capaz. Primero lo he intentado en su página web normal, después me he bajado la aplicación por aquello de facilitar las cosas y nada. La palabra error se ha convertido en mi compañera de fechorías en los últimos 120 minutos.
Como a cabezona no me gana nadie he decidido llamarles. ¿Repuesta obtenida? Nuestras líneas están ocupadas, inténtelo de nuevo más tarde. Y sí, lo he intentado más tarde pero con el mismo resultado.
Así que aquí me encuentro yo, a tope de frustración, enfado supino y sin un billete que llevarme al bolsillo.
Con esta indignación que no consigo quitarme he empezado a imaginarme ese halagüeño futuro que pronostican los Bill Gates de turno en el que el 70 por ciento de las profesiones desaparecerán y los robots nos atenderán.
Ya se pueden ustedes imaginar las ganas que tengo yo de vivir en un mundo en el que las máquinas nos compliquen la vida y no tengamos derecho a pataleta. Prefiero el camarero más borde del mundo que a 20 robots con cara de Brad Pitt. Al menos al camarero le puedo preguntar si ha tenido un mal día y sé que lo que me responda le saldrá del alma.
Echo tanto de menos ir a una gasolinera y que un amable señor me pregunte cuánto quiero de gasolina. Echo de menos ir a la autopista y que una persona me pida el ticket. Echo de menos ir al banco y que me atiendan cuando saco dinero.
Si les parece que exagero, hace un par de días tuve que hacerme el check in del hotel en el que íbamos a hospedarnos en Francia y sacar la llave de mi habitación yo solita porque no había nadie en la recepción.
No me gusta en absoluto hablar con máquinas, se comportan igual que mis hijos, es decir… no me escuchan.
En fin Señores, suerte si tienen que viajar con Renfe.
Nota: Esta columna ha sido escrita por un ser humano. Imperfecta sí, pero con corazón. Con P de personas.

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