sergio personas que te marcan

Editorial de Sergio Lozano de septiembre 2023

A veces esperamos a que ocurran situaciones muy drásticas para abrir los ojos, para cambiar nuestras vidas, en definitiva, para empezar a hacer aquellas cosas que siempre hemos querido hacer pero que no hacemos por la rutina diaria, por nuestros trabajos, familia o coyuntura personal, por el qué dirán, o incluso por la pereza o ese miedo atroz a salir de nuestra zona de confort. ¡Cuánto daño ha hecho a las personas nuestra maldita zona de confort! Es el peor enemigo para sentirse activo, útil, en definitiva, sentirse vivo.
¿Por qué os cuento esto? Hace poco escuché el testimonio de un hombre de 45 años llamado Ezequiel a quién le diagnosticaron una extraña enfermedad terminal y le dieron un pronóstico de vida de 10 a lo sumo 12 meses… Ufff. ¿Te imaginas que te dicen un día al levantarte que te queda como máximo un año de vida? ¿Qué te pasaría por tu cabeza? ¿Qué harías en esos meses? ¿Te imaginas cómo te cambiaría tu escala de valores, tu percepción de la vida y, sobre todo, del tiempo?
Cada uno imagino que medirá muy mucho dónde gastar o invertir ese tiempo tan valioso para sacarle el mayor “rendimiento” medido, obviamente, en términos de felicidad. Este buen hombre, Ezequiel, en primer lugar se dispuso a hacer el Camino de Santiago para encontrarse a sí mismo. Este hombre en segundo lugar, decidió hacer las paces y limpiarse de odio y resentimiento absurdo con todas aquellas personas que realmente le importaron y habían significado mucho en su vida pero que, por unas u otras circunstancias, no se hablaban en la actualidad.
Posteriormente, Ezequiel decidió viajar y conocer lugares que siempre quiso descubrir, sobre todo lugares cercanos a su pueblo y dentro de su comunidad que precisamente, por estar tan cerca, al final nunca vas… y contaba que quedó maravillado por tanta belleza al descubrir rincones con encanto los cuales se estaba perdiendo de disfrutar y descubrir cuando estaba “sano” encerrado en su zona de confort.
Ezequiel luego decidió aprender inglés para poder hablar con otras muchas gentes, o por lo menos intentarlo y descubrir otras personas, historias y maneras de vivir, algo muy útil y necesario cuando haces el Camino de Santiago decía. Por último, Ezequiel decidió aprender a tocar un pequeño órgano eléctrico que le regalaron de pequeño y al que nunca prestó mucha atención, llegando a tocar una decena de sus canciones favoritas (aunque sea de oído). Tras estos cambios en su vida Ezequiel reconoció ser el hombre más feliz del mundo porque disfruta de todo lo que hacía con toda su intensidad y plena dedicación, y lo hace en paz consigo mismo y con los demás.
Este hombre ha aprendido a disfrutar de las pequeñas cosas de la vida prestándolas toda su atención, viviéndolas intensamente como tomar una cerveza con un amigo escuchando todo lo que te dice, comer una sabrosa manzana mientras paseas por un camino rodeado de naturaleza, o cuando intenta tocar una canción que tanto le gusta, es feliz cuando se cruza con la gente y les saluda mirándoles a los ojos prestándoles atención, sin ir mirando el móvil, estresado por una locura impuesta.
Ezequiel todas las mañanas da gracias a Dios y al destino por brindarle un nuevo día y lo vive y aprovecha como si fuera el último. Este buen hombre, Ezequiel, no sólo ha vivido el año de vida que le pronosticaron sino que ya va camino del tercero y se encuentra muy bien, mejor que nunca incluso. Los médicos no se explican cómo puede estar tan bien, la única lógica que encuentran es que su actitud tan positiva ante la vida y gracias a su gran paz interior han hecho que se frene esa malvada enfermedad ya que su sistema inmunológico está muy activo y aferrado a la vida.
No me digáis que no debemos aprender del bueno de Ezequiel y darnos cuenta que la vida es muy corta y nuestra zona de confort nos aleja de hacer pequeñas grandes cosas que realmente nos hacen felices. Yo desde que supe de su historia intento disfrutar de todo lo que hago con los cinco sentidos, sin mirar tanto el dichoso móvil por ejemplo, y doy gracias por todo lo bueno que me ocurre.

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