Investigadores de la Facultad de Educación muestran la paradoja que resulta de la prevención de la obesidad desde la Educación Física en las escuelas: puede descuidar la salud psíquica y social y obviar la diversidad, tan beneficiosa en el aula

Hablamos con Gustavo González, maestro y profesor de la Facultad de Educación de Palencia, sobre la investigación publicada en ‘Sport, Education y Society’ y el papel que debe tener la escuela en la adquisición de estilos de vida saludables desde una perspectiva integral

Campus de Palencia - Gustavo González Facultad de Educación

Antes de la aparición de la covid, en las escuelas se hablaba de otra epidemia peligrosa: la obesidad infantil. En los últimos años han corrido ríos de tinta sobre su incidencia entre los escolares y los riesgos para su salud presente y futura, hasta el punto de que el propio currículo educativo se ha orientado a su prevención.

Pero en la idiosincrasia de la propia escuela está el hacerse preguntas. En la Facultad de Educación del Campus de la Universidad de Valladolid en Palencia, esa curiosidad y pensamiento crítico es intrínseca a la actividad docente e investigadora de sus equipos. Y así ha surgido la gran cuestión que ha dado origen a un estudio con más de 700 escolares, del que nos habla el profesor Gustavo González. ¿Debe ser la prevención de la obesidad el eje principal de la Educación Física? ¿Hasta qué punto son responsables exclusivos los niños y las niñas del cuidado de su salud? ¿Hay intereses mercantilistas detrás de la definición de cuerpos normativos?

Gustavo González es profesor de la Facultad de Educación de Palencia y hasta hace poco ha ejercido su oficio de maestro durante su etapa como profesor asociado de la Universidad. Desde ese contacto pleno con el aula y las familias ha enfocado una investigación que ha desarrollado conjuntamente con Alfonso García Monge y que ha sido publicado en la prestigiosa revista Sport, Education and Society, titulado “Making the familiar strange: A narrative about Spanish children’s experiences of physical \(in\)activity to reconsider the ability of physical education to produce healthy citizens“. En el artículo han colaborado también los profesores Göran Gerdin de Linnaeus University (Suecia), y Richard Pringle, de Monash University (Australia), con quienes trabajan en un proyecto europeo “Eduhealth” que aborda con perspectiva crítica de la Educación Física.

“Tenemos que ser conscientes de que a veces estamos legitimando y perpetuando ciertas ideas y ciertos estereotipos que no son saludables, si entendemos la salud desde un enfoque más integral”, anticipa González. El estudio se llevó a cabo en distintas escuelas públicas con una muestra de 700 escolares en la provincia de Valladolid.

“En una primera fase se diagnosticó o se identificó aquellos que tenían comportamientos más sedentarios y, a partir de esa primera identificación, intentamos ver cuáles eran las razones por las que esos niños y esas niñas eran sedentarios”. Sus conclusiones mostraron la complejidad de un problema que no se basa únicamente en la alimentación y la actividad física del menor, y que conecta directamente con la propia definición de “la escuela pública como tesoro de la igualdad, en palabras de Remedios Zafra”.

Esta investigación mostró las dificultades de las familias a la hora de elegir el tipo de alimentación, en función de condicionantes como su nivel adquisitivo. Pero además, en aras de cierta homogeneización física como freno a la obesidad, se oculta “esa idea de diferencia entendida como diversidad”, es decir, al pretender cuerpos “delgados y atléticos”, no se deja cabida “a otro tipo de cuerpos, otras maneras de ser u otras maneras de sentir”. Por último, se descuidan aspectos como la igualdad.

“Creemos que es importante dar a conocer que las niñas y los niños están sujetos al contexto en el que les ha tocado vivir. Hay una serie de condicionantes o de barreras sociales, culturales que les impide llevar a cabo un estilo de vida activo y un estilo de vida saludable”.

La vida de Diego

Tras realizar entrevistas a las familias y los escolares que habían catalogado como personas sedentarias, los investigadores plasmaron en un relato cómo es el día a día en la vida de un supuesto niño, Diego, y todos los impedimentos que se encuentra a la hora de practicar una vida activa y saludable. “Esa narrativa sirve como chispa para activar la rumiación teórica que nos hace ver cuestiones que quizá solemos dar por sentadas”.

En ese relato, Diego comienza el día con prisas, desayunando rápido unas galletas y llevándose un zumo envasado para el almuerzo. Sus padres le llevan en coche al colegio, pues deben ir al trabajo. “Vamos viendo cómo es una cuestión económica, pero también de disponibilidad y gestión de tiempo”, indica Gustavo González.

Fuera del aula, Diego desea apuntarse al equipo de fútbol al que acuden sus amigas y amigos, pero sus padres lo descartan por la dificultad para acudir a los entrenamientos y partidos y el precio de la equipación. Para compensar el disgusto, el fin de semana acuden juntos a cenar a una hamburguesería. Y es que “los estilos de vida que hemos desarrollado están muy asociados a la comida rápida, porque otro tipo de ocio, como ir al teatro o a un concierto, suele ser más caro”.

En este sentido, el relato aborda también qué tipo de comida recibe Diego en el comedor escolar, donde el día que toca pescado, por ejemplo, sirven palitos de merluza rebozados en lugar de lomos frescos. Y es que esas políticas de salud que se trasladan al ámbito teórico en los centros educativos no siempre encuentran su reflejo “en el tipo de alimentación que reciben los niños y las niñas en las escuelas”.

Para este investigador del Campus de Palencia, “si no se consideran los aspectos sociales, culturales y económicos que rodean a esa idea de salud, poco se va a poder hacer desde la escuela”, porque “de poco sirve que ahora los niños y las niñas tengan esa posibilidad de ser saludables, si esos condicionantes persisten en la vida adulta”.

Los investigadores abogan por una perspectiva integral de la salud de niños y niñas desde la Educación Física, ya que el concepto de salud también integra la salud psíquica y la social. Una idea “que no culpabiliza al individuo por salirse de esos cánones que se han impuesto”.

Tras la publicación de este estudio, este grupo de docentes de la Facultad de Educación de Palencia trabajan ya en su siguiente investigación, que vuelve a poner el foco en los más pequeños, partiendo de la premisa de que “a las niñas y los niños normalmente se les silencia mucho y se les escucha poco. A lo mejor, si se les diera la oportunidad de hablar de las razones de su sedentarismo, nos explicarían que preferirían estar en el parque jugando con sus amigos, con sus amigas, pero no es fácil cuando no están papá o mamá o cuando las ciudades parecen diseñadas para los coches, llenas de peligros”.

También abordan una investigación para conocer cómo han vivido la pandemia y qué cambios han percibido en sus vidas desde la llegada de la covid. “Ahora que vemos resquicios de normalidad, podemos intentar reconstruir las cosas desde otro punto de vista para favorecer que los niños, las niñas y las personas en general podamos llevar estilos de vida más activos y más saludables, y unas políticas de conciliación que nos permitan pasar tiempo con nuestros hijos e hijas y hacer cosas en común”.

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