Jornadas sobre el esquileo ovino en Viñalta Palencia
Foto Brágimo

Jóvenes palentinos se forman como esquiladores de ovejas en el Centro Integrado de Formación Agraria Viñalta. Su aprendizaje garantiza la supervivencia de un oficio en peligro de extinción

A. Míguez / ICAL

Clara Cid y Marta Maestro tienen 18 años, son palentinas y ambas sueñan con poder convertirse algún día en veterinarias. De momento, y como paso previo, están cursando un ciclo de Grado Superior de Ganadería y Asistencia Animal y, además, se han animado a aprender a esquilar ovejas como complemento a su formación académica. Reconocen que, hasta ahora, era un oficio totalmente desconocido para ellas. Por primera vez, y gracias a este curso, han tenido la oportunidad de tener en sus manos una maquina de esquilar y ambas coinciden en que no es una tarea nada sencilla.

Lo primero, es asegurarse de que las ovejas estén limpias y secas antes de colocarlas en una posición cómoda y segura. Lo habitual es utilizar un dispositivo de sujeción suave para mantener quieto al animal y evitar lesiones. “Da un poco de respeto. Somos aprendices y nos da miedo cometer un pequeño error y cortar al animal sin querer”, explica Clara en declaraciones a la Agencia Ical. “Creo que ellas notan ese miedo y, cuanto más se lo transmitas, mucho peor. Tenemos que estar tranquilas para poder hacerlo bien. Nos han dicho que cuanto más nerviosas estemos, más probabilidades hay de que las hagamos algún corte”, añade su compañera Marta.

Ellas son el futuro del esquileo en la provincia de Palencia, y más teniendo en cuenta, que se trata de una profesión en peligro de extinción. Una oveja puede llegar a acumular más de un kilo de lana al año y si no se la afeita, el peso y la suciedad acumulada pueden comprometer su salud e incluso su supervivencia. Es, por lo tanto, una tarea indispensable de cara a la temporada estival. Sin embargo, en los últimos años los ganaderos de ovino de Castilla y León se han encontrado con serias dificultades para contratar a esquiladores cualificados.

De hecho, cada vez es más habitual que las cuadrillas provengan del otro lado del océano, en concreto, de países como Chile o Uruguay. Por eso, son tan importantes cursos como estos que se imparten en el Centro Integrado de Formación Agraria Viñalta, situado en el barrio de Allende el Río de la ciudad de Palencia. “Estos jóvenes son la última esperanza de los oficios tradicionales. Sin ellos, sería imposible hablar del tan necesario relevo generacional”, asegura Raúl García, uno de los profesores de la escuela. “Falta mano de obra. Es un oficio muy duro y muy esclavo. Es de agradecer que haya chavales interesados en aprenderlo”, añade.

En este sentido, influye mucho el hecho de que la lana de oveja churra se haya devaluado casi por completo en los últimos años. Pese a que antiguamente era reconocida por su suavidad, finura y versatilidad, a día de hoy apenas tiene valor en el mercado y lejos de ofrecer una rentabilidad, se ha convertido en un coste para los ganaderos. “Casi tienen que pagar para que se la retiren. Es una pena pero es una tarea obligatoria y más, tras la aprobación de la nueva Ley de Bienestar Animal. No podemos obviarlo, aunque nos cueste dinero”.

Lo sabe bien María del Carmen Infante, una ganadera de ovino cuya explotación está ubicada en la localidad palentina de Fuentes de Nava. “Nos pagan cuatro céntimos por la lana de cada oveja y nosotros pagamos más de un euro por esquilarlas así que, rentabilidad cero. Además, es un día desagradable para ellas porque pasan miedo y se asustan, pero hay que hacerlo. Igual que nosotros no podemos pasar el verano con dos abrigos, ellas tampoco”, insiste. “Todo ha cambiado mucho en muy poco tiempo porque yo recuerdo que mi padre ganaba dinero con la lana. Con lo que recibía por ella, podía pagar el sueldo a los esquiladores y todavía le sobraba un poco. Ahora es un gasto más y sin olvidar el enorme trabajo que conlleva”, lamenta.

¿Y cómo se aprende a esquilar? Pues desde el Centro de Viñalta lo tienen claro: “Solo se aprende con muchas horas de práctica”. Así lo ha podido comprobar Abel Cuesta, otro de los alumnos del curso de esquileo. Para él esto también es una novedad y reconoce que es la primera vez que sostiene una máquina de esquilar. Tiene apenas 17 años y optó por recibir formación agroganadera por la tradición familiar. “Mis abuelos tenían ganado y mi padre es agricultor. Siempre que pienso en mi futuro me veo dedicándome a esto porque me gusta muchísimo”. Sin embargo, es consciente de las dificultades. “Es un trabajo muy esclavo y no todo el mundo lo quiere. Los animales requieren de todo tu tiempo. Pase lo que pase, y sea el día que sea, ellos tienen que comer o pueden enfermar y hay que estar ahí. En este trabajo no hay vacaciones”.

Pese a todo, para Abel es “muy gratificante” y lo más importante que ha aprendido durante estos días en el curso es que, a la hora de esquilar a las ovejas, hay que tratarlas “con mucho cuidado para evitar su sufrimiento”. Y es que el esquilado requiere de habilidad y experiencia para realizarlo de manera correcta y con el mínimo estrés para el animal. Tanto profesores como alumnos son conscientes de que el bienestar de las ovejas debe ser una prioridad y que, en sus manos, está el futuro de una profesión tan sacrificada como tradicional y necesaria.

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