Juanje Doncel, grupo de voluntarios de Piña de Campos. #PaCOeresTú

Juanje Doncel forma parte del grupo encargado de abrir al público la Iglesia de San Miguel de Piña y el Museo Parroquial

Si queremos poner en verdadero valor el patrimonio de la provincia, hay que comenzar por lo básico: tener los templos y museos abiertos. Cada año, a partir de Semana Santa se pone en marcha el Convenio de Apertura de Monumentos entre la Diputación y la Diócesis de Palencia, que permite mostrar cerca de 30 iglesias y cuatro museos parroquiales. Pero para ello hace falta una pieza de gran valor: la colaboración de las personas de cada pueblo.

La iglesia de San Miguel de Piña de Campos, una joya gótica del siglo XVI con elementos románicos, cuenta con un Museo Parroquial desde 1985. Y desde hace unos seis años, un grupo de entre 12 y 14 voluntarios son los encargados de abrirlo al público, tanto durante los periodos que establece el Convenio (Semana Santa, puentes y época estival) como si, en un momento dado, aparece un visitante y solicita ver el templo. Juanje Doncel forma parte de este grupo de personas desinteresadas, que obran por dos motivaciones: «primero, que eres del pueblo y no quieres que se pierda lo poco o mucho que queda en él. Y segundo, la necesidad», cuenta.

Nos mueve la necesidad de proteger el patrimonio

«Cuando nos empezamos a organizar como voluntarios, la iglesia presentaba unas necesidades arquitectónicas impresionantes», con serios problemas en tejado y bóvedas. Y en comunidades pequeñas, los vecinos sienten la responsabilidad de su patrimonio como una necesidad propia. «Las administraciones ayudan, sin duda. Pero hace falta alguien a pie de obra para organizarse, llamar a ciertas puertas… Es la necesidad por mantener lo que queda en tu pueblo». Y lo que queda no es poco: un templo austero por fuera pero espectacular en su interior. «Cuando entras te impresiona su equilibrio arquitectónico, armonía, tamaño y luminosidad», explica, desgranando con pasión datos y detalles que conoce bien.

Aunque «todo el templo es un museo», dedica tres salas de vitrinas a exhibir las valiosas piezas que conserva: casullas y capas pluviales bordadas en oro, la mayoría del siglo XVI; bulas y documentos; tallas de madera policromada desde el siglo XIII hasta el XVIII… Y, en el conjunto del templo, valiosas rejas de Juan de Vitoria o Francisco Martínez y retablos de Juan de Villoldo o Vicente Carducho. Incluso, la copia de La Duda de Santo Tomás de Caravaggio. «Tenemos la suerte de que se ha podido conservar gran parte del patrimonio que había, con alguna excepción como el órgano barroco, del que en 1951 robaron en una sola noche sus 1300 tubos y trompetas».

 

Doncel insiste en que ellos no son guías: su voluntad es atender al visitante con el mejor cariño posible. Si este pregunta, tratan de ayudarle y le ofrecen los folletos que editaron para despejar toda duda. Aparte de esa docena de voluntarios que se organizan por parejas para atender el horario de apertura, otros muchos vecinos ayudan cuando se les convoca: para limpiar, para montar el Belén o, simplemente, para aportar un donativo con el que comprar material de limpieza.

«Si vas a un pueblo y lo encuentras cerrado, es probable que no regreses ni recomiendes su visita. Eso es lo que nosotros queremos evitar».

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