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‘Asaltamos’ al autor Paco Santos firmando ejemplares de su última novela detectivesca, Trabalenguas para mudos, en la Librería del Burgo

Vuelve a los detectives

Siempre digo que no soy un autor de género, pero útlimamente estoy en el género negro…

¿Y por qué razón?

La razón auténtica se me escapa a mí, las historias me vienen, las últimas novelas que estoy publicando se podrían englobar todas en el género negro. Es siempre distinto el ritmo de producción que el de publicación, tengo muchas más obras escritas que no son de género negro.

Y edita con Fagus, que es una editorial de reciente creación en la que hemos visto a otros autores palentinos como Beni Domínguez

Es una editorial fabulosa que para mí es un regalo. Cada obra es particular: el diseño, las ilustraciones, la potestad que tiene el autor para decidir…

Es el tercer libro en pocos años que edita. ¿Qué respuesta ha visto en los lectores?

Respecto a los libros anteriores, una respuesta muy buena. Es difícil que uno diga nada malo de su criatura, pero soy muy autoexigente y honesto con las críticas y es verdad que nunca me han llegado a mí ni por redes ninguna crítica negativa de mis libros.

Así que, si me permites el oxímoron, estoy humildemente orgulloso. Respecto de Trabalenguas para mudos, todavía es reciente. Se presentó en los días de Novela de Misterio y Crimen de la Universidad de León y otros eventos.

Un libro diferente a los anteriores, que explora la leyenda de la cábala…

Es más complejo. Podría parecer que es así porque es una evolución, pero este libro lo escribí mucho antes que los otros, lo que pasa es que he venido a publicarlo con posterioridad. La trama básica en torno a la que se vertebran todas las otras historias es la muerte en extrañas circunstancias del primogénito de una familia judía acaudalada, y dos comisarios en un periodo de 30 años que se obsesionan con ese caso y con el trasfondo que hay en ello, porque cuando empiezan a indagar se tropiezan con el mundo de la cábala judía y de la leyenda del golem.

Eso hace que esta novela, sin dejar de ser detectivesca en la que siempre el hilo conductor es el esclarecimiento de ese chiquillo, es una novela en la que ahondar en el misterio de esa muerte significa, a la vez, ahondar en el misterio del lenguaje, en el poder de las palabras, tanto para crear como para destruir, para sembrar amor y para sembrar odio.

Y esa ambigüedad y doble faz de las palabras se encarnan en la figura del golem, que como es sabido es una figura que surge en torno al siglo XIV y que tenía esa doble faz: se crea con la palabra del hombre imitando a dios y ese golem, al mismo tiempo es protector, porque lo crean para proteger a la comunidad judía de una serie de agresiones, pero al mismo tiempo se vuelve destructor y tienen que acabar destruyendo los propios judíos a su criatura.

Y es una metáfora muy viva y rica de las palabras: todas las palabras son el golem y todos los libros de los escritores también lo son, podemos, dependiendo del poder de cada uno, construir o destruir con lo que escribimos.

En anteriores ocasiones has hablado de que te gusta también esa doble lectura e interpretación subjetiva que el lector le va a dar a lo que has querido transmitir y que podía ser diferente, ¿no?

Es que la literatura no es contar cosas, es contar cosas para contar algo distinto. Ahí sí empieza la literatura. Si solo estás contando cosas estás haciendo una crónica periodística. Pero la literatura es contar algo para contar algo distinto.

Y eso necesariamente significa que estás callando algo que es lo que realmente le da valor a lo que estás contando. Ningún libro se agota en una interpretación. La historia siempre es una mascarada para contar otras muchas más cosas.

Y sin embargo, hay muchos libros que parecen un guión narrado

No lo digo en un sentido moralista sino estrictamente técnico y literario, pero la literatura está muy pervertida por el mundo audiovisual, inicialmente por el cine pero también ahora por el mundo visual de las redes. Se escribe desde la imagen, cuando en literatura la imagen es precisamente lo menos importante. Y mucha de la literatura que se escribe hoy en día es con expectativas de que se versionen cinematográficamente. De hecho, los grandes lanzamientos de best seller ya tienen precontratos para después sacar la película o la serie. Y eso arrastra a una serie de personas que opinan que es así como hay que escribir.

En La inmortalidad, Milan Kundera reflexiona sobre ello, que la literatura es eso que no puedes contar en una película. Precisamente ahora, por propuesta de una actriz que conocí por las redes, estoy guionizando el Manual de Autoayuda para Asesinos para una serie.

Y te das cuenta de que muchas de las cosas que realmente quieres contar quedan fuera, no las puedes atrapar. Te limitas al campo y renuncias a cosas que en la novela no estaba dispuesto, sobre todo en la psicología y los pensamientos de los personajes… Realmente, la literatura siempre se pierde.

Es un escritor al que vemos mucho en ferias, presentaciones y librerías. ¿Qué tal esa labor de vendedor de su obra?

Es horrible. Reconozco que no valgo, pero no te queda otra. No tenemos el bombardeo mediático de algunos autores así que no te puedes permitir quedarte en casa. Y lo hago con sentimiento de orgullo porque me encanta hablar con la gente. Pero a veces es duro.

Apunta que este libro llevaba tiempo escrito, ¿publicará otro próximamente?

Depende de las editoriales, yo escribo mucho porque cada vez que me siento a escribir es porque tengo algo que contar, no comprendo ese esnobismo de ‘la página en blanco’. Entonces tengo un montón de proyectos: el guión, tengo una serie de relatos en los que estoy trabajando, otras novelas en el cajón…

Trabalenguas para mudos me ha costado publicarla. La empecé a escribir en el 2012, inicialmente rondaba las 600 páginas, el manuscrito y la he revisado entera hasta reducirla y pulirla.

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