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Editorial, por Sergio Lozano

Hay que ver lo complejo que es el ser humano, ¿verdad? No sé si os pasará a vosotros pero, con frecuencia, tras un intenso día cargado de muchos momentos, por suerte buenos y gratificantes la gran mayoría de ellos, la mente por contra, se detiene y se recrea en revivir y analizar aquellas situaciones que han resultado ser embarazosas, desagradables e incluso a veces dolorosas y violentas, originando en muchas ocasiones situaciones de agobio, enfado y angustia que te provocan ganas de volver a ver rápido al causante y “aclararle” tu sentir para desahogarte.

Hechos como un comentario desafortunado e hiriente, un mal gesto o acción, una discusión con un cliente, con un compañero de trabajo, o incluso en el coche con otro conductor de un vehículo que circulaba próximo a ti, o como por ejemplo, cuando realizas una gestión en una ventanilla de atención al público y te sientes mal atendido y tratado, o en un banco, en un bar, o en un transporte público, o cuando te ves envuelto en un roce o altercado en un espectáculo público con otros espectadores, o cuando eres testigo de una pelea o un delito (y mucho más si te ves involucrado directamente).

A veces, sucede todo tan rápido que te quedas atónito y sin palabras, y cuando quieres reaccionar ya es tarde. Otras prefieres ceder y que reine el buen hacer, la educación y el sentido común. Otras en cambio (las menos) te pilla con el pie torcido o la cabeza encendida y eres tú el culpable y el que provocas que alguien, tras tu comportamiento erróneo, luego se quede pensativo por ti.

En fin, la mente cuando termina el día y estás próximo a acostarte, tiene el don de la oportunidad o la mala costumbre de recordarte esas situaciones que en mayor o menor intensidad nos han resultado incómodas o desagradables.
Son varios conocidos los que al sincerarse conmigo me comentan que también les ocurre esto mismo. Incluso leyendo sobre el tema, hay estudios irrefutables que afirman y demostrado empíricamente, que una parte de nuestro sueño nocturno se encarga de revivir precisamente esas situaciones o algo relacionado con ellas y sus protagonistas, provocando incluso que te despiertes en mitad de la noche. Así es de caprichosa y concienzuda nuestra compleja y dichosa mente.
Pienso que, de todas estas vivencias y situaciones se aprende, y esto nos debe llevar a reflexionar lo importante que es que en nuestro día a día seamos consecuentes con nuestros amigos, compañeros de trabajo, con nuestros vecinos y con el resto de personas que componen nuestro pequeño gran entorno.

Siempre pienso que antes de hablar y actuar deberíamos pensar si a nosotros mismos nos gustaría que nos dijesen o hiciesen eso que pretendemos decir o hacer, es decir, no quieras para los demás lo que no quieras para ti. El mundo sería mucho más sencillo y habitable si todos tuviéramos presente esa máxima o regla en nuestro comportamiento cotidiano.

A diario veo cómo esta sociedad se deshumaniza y nos vuelve aún más aislados e insensibles. Las guerras son parte de nuestro día a día, comemos con ellas en directo en todos los telediarios, nos hemos acostumbrado al dolor ajeno. Oído igualmente, los alarmantes casos crecientes de bullying y acoso escolar que se han multiplicado por seis en el último año en España, pasando de 11.229 a 69.554; igualmente los casos de suicidios que siguen creciendo, 4.097 personas en el 2022, es decir todos los días se suicidan más de 11 personas. Son cifras que nos deberían hacer reflexionar y pensar seriamente si este es el mundo que vamos a dejar a las generaciones futuras.

Espero y deseo que estos días navideños, donde los buenos sentimientos y deseos nos envuelven, sirvan, de verdad, para ayudar a humanizar esta sociedad y que nos hagamos la vida más fácil entre todos.
No pensemos qué puede hacer el mundo por nosotros sino qué podemos hacer nosotros por el mundo.

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