El Centro Histórico de Herrera de Pisuerga ha amanecido con otra lotería: la de los cerdos. Unos cerdos de ganchillo que aparecen manifestándose contra las macrogranjas. Con esta acción urbana, la plataforma ciudadana Pisoraca y Comarcas Vivas quiere recordar que la ganadería industrial sigue amenazando a los territorios rurales.

Basta echar un vistazo al Boletín Oficial de Castilla y León para comprobar que no dejan de salir a información pública explotaciones de este tipo, a pesar de que últimamente han aparecido en prensa diversas noticias acerca del pinchazo de la denominada “burbuja del porcino”. Resulta evidente que algo no cuadra, si ya no es rentable el negocio del porcino, ¿cuál es el motivo para seguir construyendo fábricas de cerdos?, señalan en una nota.

Las empresas del sector hablan de invertir dinero en los pueblos pero éstos les interesan en la medida en que constituyen el soporte y el medio para lograr sus fines. Dada la alta mecanización de estas instalaciones, no se establece una relación simbiótica donde ambas partes salen beneficiadas, sino parasitaria o depredadora de los recursos del medio rural, añaden.

Algunos políticos argumentan que si las macrogranjas cumplen la ley no se puede hacer nada para impedir su colocación, pero si vivir en sociedad consistiera únicamente en cumplir la ley tendríamos suficiente con las Administraciones Públicas y las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado: nos sobraría la clase política. Vivir en sociedad supone que aceptamos que existan diferentes criterios sobre qué consideramos más prioritario, hacia dónde nos queremos dirigir o dónde se ha de hacer hincapié en la dotación de recursos. Esto no es legalidad, es política. Y tal y como están las leyes – los políticos las pueden cambiar – y a pesar de su número, complejidad e incluso contradicciones, cualquiera puede llegar a tu pueblo con una macrogranja bajo el brazo porque “la
ley se lo permite”, concretan.

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