FoodTruck entre Carrión y Calzadilla de la Cueza, en el Camino de Santiago

Diego Caminero ofrece un alivio de comida y bebida al peregrino en uno de los tramos jacobeos más calurosos, en la Calzada Romana entre Carrión de los Condes y Calzadilla, que con altas temperaturas hace fundamental su presencia

 

Juan López / ICAL
El sol aplana contra el suelo a 38 grados. Las cigarras cantan entre la cebada y los remolinos de viento levantan el polvo bien alto. Y aunque no es el desierto, la Food Truck ‘El Camino’, de Diego Caminero, surge de la nada como un oasis en un tramo de la ruta jacobea, en pleno Camino Francés, donde en 19 kilómetros los peregrinos no encuentran pueblo alguno y solo parcelas de cultivo y alguna nave agrícola. “Aquí ofrecemos de todo, pero lo que más piden es agua, zumos naturales, helados y algún café”, señala en uno de los días en los que la ola de calor hace más daño. Pero también bocadillos o bollería, y por supuesto hielo.
Es testigo de ello el tramo de la antigua Calzada Romana que transcurre entre Carrión de los Condes y Calzadilla de la Cueza. ‘A 400 metros, bebida y comida’, reza un cartel anterior. Y al leer eso, a los peregrinos se les iluminan los ojos, más allá de que todos ellos porten una botella de agua encima. “Pero con este calor, muchos llegan aquí y ya se la han bebido”, desliza Caminero, quien exclama que sobre todo el food truck les ofrece un espacio de descanso y reflexión en un tramo duro, de los más calurosos de la ruta por la ausencia de árboles que faciliten sombra.
Por eso, Diego se coloca ocho kilómetros después de la salida de la villa de los condes, desde las 6.30 horas, cuando empiezan a llegar los primeros peregrinos, más pronto si cabe con altas temperaturas, como las de estos días. Lo extraño es ver caminantes más allá de mediodía. A día de hoy, entre el 50 y el 70 por ciento de todos los que pasan por este punto a lo largo de la mañana, que pueden ser más de 300. “En abril para el 30 por ciento de los cien que lo transitan”, aclara.

Cuatro años después de que se instalara, con una pandemia de por medio y dos años jacobeos, Diego, que figura en varias guías de la ruta jacobea, admite que ahora el Camino “es su modo de vida”. Tal es el caso que ha decidido invertir y adquirir una caseta que es la estrella del lugar, donde el fresco y la sombra ausente en el tramo dan un respiro a quien decide parar y donde el año que viene instalará placas solares para ahorrar electricidad. Pero Diego no solo da un servicio, ofrece algo más: “Al peregrino hay que entenderlo. Está haciendo un esfuerzo por algo en lo que cree y hay que portarse bien con él”. Ahí se entienden las conversaciones con ellos, anécdotas, cómo están… y por ello Diego también cuenta con un sello único, creado por él, que estampa a quien lo desea.

Más que un servicio al peregrino

Así lo constatan los hermanos Alfredo y Enrique, coruñeses que están regresando a casa por la ruta milenaria y que han preferido hacer un receso donde Diego, con el que además departen sobre la dificultad de este tramo por el fuerte calor. Y también Luis Molina, asturiano, de Pravia, que acompañado de su yegua ‘Sparta’ ha recorrido ya 2.200 kilómetros. “Salí de mi casa, fui hasta León, de ahí a Burgos y decidí hacer el Canino de Cid hasta Sagunto. Volví por el mismo camino otra vez a Burgos y ahora hasta León. Y aquí tenía que parar a que descansara mi amiga”, sostiene, mientras el equino, protagonista de caminantes, espera paciente a que su dueño arranque de nuevo.

Con 61 años y jubilado, es un experto de los antiguos caminos y calzadas romanas que atraviesan España. Ha recorrido varias de ellas de norte a sur y de este a oeste. “Salí de Asturias el 29 de marzo y aquí ando”, relata, para destacar que anda el verdadero camino, el de un peregrino que duerme al raso, en los montes, y con un pañuelo que igual le sirve de toalla que para cubrirse del sol a modo de poncho. Confía en en llegar antes del 29 de junio de nuevo a su casa, aunque le gustaría hacerlo el día de San Juan porque en el cielo asturiano se verá perfectamente una rara alineación de planetas y todo ello se rodea de motivos esotéricos, algo que reconoció que no quiere “perderse”. Se trata de los cinco planetas que se pueden ver a simple vista: Mercurio, Venus, Marte, Júpiter y Saturno.

“¿Le puedo dar algo de fruta al caballo?”, pregunta un peregrino que se detiene a acariciar al caballo y que viaja en bicicleta. “Solo manzana”, responde Luis. Se acerca también José Ramón, de Reinosa, Cantabria, que viene desde Saint Jean Pied de Port: “Me gustaría denunciar la mala señalización. Nos hemos perdido varias veces”, recrimina en un mensaje directo a las administraciones; y lo corroboro Giorgo, que viene de Turín (Italia), y que se han conocido durante este tramo del Camino, a la salida de Carrión.

Conversaciones, anécdotas, vivencias, amistades, historias… larga vida al Camino que vive y muere en el food truck de Diego Caminero, por donde pasan cientos de peregrinos al día y convierten este espacio en un punto neurálgico de la ruta, principalmente en este difícil tramo, donde los caminantes están al sol los lunes, los martes, los miércoles… Y concluye y reflexiona: “Que hagan algo, por favor, porque hemos notado que muchos llegan hasta Burgos, pero allí se suben a un autobús y se bajan en León porque la Meseta les parece dura. Pero mirad a vuestro alrededor, al horizonte… esto ya no se ve en ningún otro lugar de la vía”, despide, mientras ya la espalda de Luis Molina se despide con su yegua a lo lejos, al trote que marca el empedrado, al ritmo que determina el Camino.

 

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