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Durante un tiempo, la actividad cultural de La Moraleja saltaba sus muros y en ocasiones llegaba a Dueñas. / ICAL

El alcalde de Dueñas, Miguel Ángel Blanco, destaca la interacción entre La Moraleja y la localidad eldanense a lo largo del último cuarto de siglo

Dos alcaldes en uso de sus facultades se han dado cita esta tarde en el Lecrác para acompañar al ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, en la inauguración de los actos del 25 aniversario de La Moraleja. Por un lado, el de Palencia, Mario Simón. Por otro, Miguel Ángel Blanco, regidor en Dueñas. Ambas localidades están vinculadas por La Moraleja. Palencia, dejó en 1997 de tener prisión, que luego se convertiría en el Lecrac, después de una importante remodelación que la ha convertido “en un motor de la actividad cultural de Palencia”, afirmó Simón durante su intervención. No en vano, es el Lecrac donde se van a llevar a cabo los actos conmemorativos de este 25 aniversario.

El alcalde de Palencia, Mario Simón, junto al ministro Fernando Grande Marlaska. / ICAL

Sin embargo, Blanco fue menos institucional y más emocional. El alcalde socialista de Dueñas se remontó a 1995, cuando él sería un adolescente y recordó “la zozobra y la intranquilidad que se vivía en el pueblo cuando se dijo que iban a poner una cárcel en Dueñas”.

Miguel Ángel Blanco (3i) en la recepción al ministro. / ICAL

De aquello, han pasado más de 25 años. Y con la visión que da el paso del tiempo, Blanco agradeció “la valentía” al alcalde de entonces José Manuel Cabañas, que se encontraba al fondo del auditorio del Lecrac, por haber tomado esa decisión de posicionar a Dueñas para ese proyecto. Primero por lo económico. “Por el desarrollo que permitió a la localidad”, a la hostelería, al comercio, “con cientos de personas trabajando para levantar aquella mole”.

Pero luego por la transferencia y la integración. “Cuando se abrió la prisión, se hicieron jornadas de puertas abiertas para que los vecinos pudieran ver cómo era la prisión. Y de lo que todo el mundo salía hablando era de que había guardería”, dado que tras su puesta en marcha, La Moraleja, en una segunda  fase, albergaría mujeres.

 

“De esa guardería nació la primera vinculación, para nada formal u oficial, de Dueñas con La Morajela. Voluntarias del pueblo permitieron que los niños que estaban allí con sus madres, pudieran disfrutar de tardes al aire libre o en verano tardes en la piscina del pueblo que les correspondía, que era Dueñas”.

Una de las voluntarias, integrante de Horizontes Abiertos, que se encargaban de llevar a los hijos de las internas al exterior durante algunas horas, en una imagen de 2003. / Sara Muniosguren (ICAL)

A partir de ahí, según Blanco, comenzó una unión en la que las personas que estaban dentro de La Moraleja, salían al pueblo a actividades culturales. “Cuando me decía el director, Jesús (Hernando) con el que más he trabajado Oye, que hay un grupo de senegaleses que hacen… podemos salir a hacer un corto al pueblo…“, fue señalando Blanco quien, declaró esta tarde “fue entonces cuando nos dimos cuenta de que La Moraleja no era una prisión, era un Centro Penitenciario, y que los presos no eran presos, eran internos”.

Eran momentos en los que en La Moraleja había hasta 1.700 internos y hasta 70 nacionalidades. Sin embargo, con el tiempo la  tipología de los internos de La Moraleja comenzó a cambiar “haciendo inviables” aquellas actividades y esa interrelación con el municipio. Sin embargo, Blanco deseó que “antes de las bodas de oro de La Moraleja, podamos volver a retomar aquella relación”.

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